Me levanto tosca no encuentro mis límites creo que hoy no es posible inventar tu presencia, tu difusión tus cosas
viernes, 22 de agosto de 2014
domingo, 17 de agosto de 2014
FOTO-TEATRO Nº 25: Esta noche de domingo estás tan lejos. Mi Serguei duerme en otra oscuridad. Akira no se arrepiente de tu belleza. Tarkovski mira, esta noche, tus ojos de llenos de nostalgia. Pregunto si pudieras detenerte. Pregunto si pudieras amarme un segundo. El rodaje transcurre en blanco y negro, es solo mi desesperación.
A M.: el recurso de los que no hablan
A ti
tengo que
escribirte un poema de amor
tengo que escribir
de tu pelo
escribir de tu
voz circunvalada
de tu cistitis
y tu edad
casi obligada
y llorar la
conjugación de tu saliva en la mía
como un error
escribir de tu
sexo cansado y de mis manos tremebundas
a ti
ahora
tengo que
declararte la guerra
amándote quizás
rompiendo lo
que aprendí en los versos de Neruda sobre el amor
y tengo que
detestarte saboreándote “nadie vio en mi boca la luna que sangraba”
-P. Neruda-
a ti
exiliarte de mi lengua longeva
y morir con la dulce cicuta de tu verbo
atravesada desde mi sexo hasta la última alucinación
sin pan ni pecado
sin a priori
tengo que negarte
aprender a repetir tu nombre sin ti
conjugarte en las aproximaciones del deseo
como aprender la física del tercer año
y leer Arendt y leer a Sartre y leer a Hobbes
rompiéndome el alma
tantos años
después
sin creerlo
porque tal vez
no creo en el
amor
creo en esta
negación
y en el arte
y en la
filosofía
porque la
filosofía sin arte sin poesía
es un edificio
de oficinas de contadores ciegos
es un edifico
de putas sin paralelogramos
y el amor sin
ti
esta mentira
sin falange.
jueves, 14 de agosto de 2014
Garúa - Adriana Varela
Después no sabía si podía seguirte buscando
desde la calle Venezuela hasta la Córdoba
entre pizzas y cervezas
bajo la lluvia
bus-cán-do-te
en librerías y bares
pregunté por tus lunares
por el uso de tu mano izquierda
al hacerme el amor
eras un escaparate
un ladrillo en medio de la calle
mojado
la luz de la noche
el viento de Buenos Aires
preguntándole a Victoria
la del bar si te había visto
me tendió un mapa
y una linterna
me dijo: buscála
visité plazas
calles largas y solitarias
un pub
vi un Museo
mientras compraba cigarros
y tomaba mate como tomar vino
Me fui sin encontrarte
en el baño
en el alcohol de la oscuridad
en la garúa
en cambio
tu cuerpo
fue un tango
que bailé toda la noche.
Roberto Goyeneche - cuando tu no estas
Tu casa a lo lejos
alambique de amor conjurado
certero confín del mundo
escondrijo de salamandra
donde mi sexo fue una luz que encendió tus ojos
mi verso embriagado una consigna
un latido moribundo en medio de tu calina de alcoholes
tu casa
habitación que causa la lluvia.
habitación que causa la lluvia.
-A veces no hay más que palabras-.
viernes, 8 de agosto de 2014
YO NO VIVÍ A FRIDA KHALO, NO, SOBREVIVÍ EL FLAGELO, SOBREVIVÍ CON CRISTINA EL NO SABER, LA SED. Y ANDO DESPELLEJADA ENTRE ANDAMIOS DE UNA MUJER QUE ESCRIBIÓ CON FUEGO MI NOMBRE. DIGO FUEGO Y TE HACES. NOCHE Y TE DESHACES. TE NOMBRO, TE SOBREVIVÍ Y PARA QUÉ...
......TROIS: DUNE...
No sé si escribirte hoy
vienes
después
con tu velo de sombras
vienes desde adentro
expulsándome
hacia laberintos azules
ya no puedo ejercitarme
en la locura
solo escribo
escribo escribo
(paloma negra)
tabaco de amor
me alejo hacia mi muerte
hoy muero un poco de ti
hoy voy por tu espíritu
nadie me llora
sola la flor
sola la pincelada en un cuadro del sueño
de tu escalera
de tu desdicha
vengo vendiendo tus labios
tu pincel de tabaco húmedo
no quiero escribir de judíos ni cristianos muertos
quiero esconder dentro de la amalgama del agua
la herrumbre de los siglos
beberme el ágape de tu sexo solo
y recitar
el fuego
tu oscuridad
al marinar una mariposa
todo se acaba en copas rojas
todo se acaba en un libro
tu cintura mixta
tu rostro suave de paloma
tu voz se apaga
agotada
en los recuerdos de la infancia
el refugio de la cima de
tu laberinto
una exploración de lenguas y cangrejos
aturdidos
todo se aleja
y viene
tu oreja -recurso Nitzscheano-
nihilismo remoto
de tu cuerpo
navegando en alfombras
creo en tí
creo
en la discordancia
en la libertad de no poseer
cuatro violines sonaban
dentro de tu río ya llorado
toco
beso
palpo
lamo
tacto
calco
beso
toco
huelo
veo
intuyo
sondeo
aspiro
saboreo
y luego pienso en ti
nadie
ni tú
como argumento de predilección
escogen
la fata morgana
la caricia
faltante
el crepúsculo de tu cuello
en plenilunio
ven
dime
a veces
en la noche
que estás aquí
entre el vino
y la distancia...
<nota: Segunda parte...POEMA DE ELLA.
jueves, 7 de agosto de 2014
Ay mi amor, sin ti no entiendo el despertar, -SUENA JOAN MANUEL SERRAT en mi oído- ay mi amor, sin ti mi cama es ancha, ay mi amor, que me desvela la verdad, entre tu y yo, la soledad, y un manojillo de escarcha: Soy yo, la que se detuvo, un discontinuo. La que se quedó en la palabra sin paracaídas. La que te cuenta y contándote se cuenta el instante pleno de un minuto de existencia. Soy tu libro de horas, con el único recurso de contarte, plasmarte, acariciarte, pronunciarte densamente para que empieces a existir.
....SOLO UNE...
Se repetía: nunquam se plus agere quam nihil cum ageret, nunquam minus solum esse quam cum solus esset. Caminaba escaleras arriba para bajarlas nuevamente como Sísifo sin la moneda, con su olor a agua-ardiente y su sonrisa noctámbula. Por qué nada sucede en esta ciudad. Por qué nada se mueve por estas calles, excepto la herrumbre, el despojo, el hálito más iracundo del ser humano, la miseria. Todo sucede en otra ciudad. A veces me da risa cuando leo: hombre renunció a su trabajo de oficinista, tomó su cámara, tomó su lápiz y se fue a vivir a París, o a Nueva-York, y allí comenzó su verdadera vida artística. Eso es simplemente una convención del sensus communis, el acuerdo sobre la realidad del sentido común. En esta ciudad la vida transcurre en un tiempo particular, aislado, más lento o más rápido, lo cierto es que el sentido del tiempo es diferente. Una sensación de abandono, de aprisionamiento invaden las calles angostas y atestadas de gente vendiendo cortauñas y pinzas para sacar cejas. A veces deja de existir el vino, el cigarrillo, el ojo maravillado por la belleza de un instante cautivador en una galería de Arte o en un parque repleto de árboles verdes con amarillo y vetas anaranjadas fulminantes; se pierde la creatividad y persiste la supervivencia, porque se pierde la sublime capacidad de transformar las sensaciones en objetos de pensamiento, en arte.
Subió a la planta baja del edificio a fumarse un cigarrillo, era octubre, era mayo, llovía.
Alguien sugirió entrar a una librería o más bien a la papelería donde vendían franelas, sombreritos echos a mano y regalaban planfletos. Alguien que se desdibujaba contra los cristales empañados sonrió ya en la librería, las cosas gratis aunque sean un estorbo, siempre son recibidas con una sonrisa, pensó la muchacha que sonreía a través del vidrio empañado.
La gente empezaba a subir al recital, la gente medio aturdida por el carajillo de las seis de la tarde entraba a la sala sonriendo, entraban a la sala oscura, separada del mundo por una cortina negra gruesa, hacía calor, a ratos hacía frío, todos se fueron sentando, algunos se quedaron rezagados detrás, pegados a la pared blanquísima del fondo, se abrieron las cortinas de un escenario pequeño y obliquo, apareció una mujer con el cabello corto y tatuaje en el hombro, nerviosa pero con una bella sonrisa, contó una pequeña anécdota, rompió algo más que un hielo frío que recorría su espalda, miró a la primera fila, la miró directamente a ella, todos aplaudieron en sordina y luego un leve silencio, que pasaba por encima del agua apenas rozándola, ella se paró, subió nuevamente las escaleras. Afuera en la calle, donde llovía sigilosamente nada sucedía. de vez en cuando alguien se paraba frente al cristal a mirar las lámparas, gorritos tejidos a mano, las tapas de los libros nuevos.
Une y uno
LA CÁMARA SIN LENTE DEL FOTÓGRAFO: Versión reducida.
La cosa era más o menos así. M. leyó con voz
apagada: “La última entrevista fue
triste. Yo esperaba una decisión imposible: que me siguieras a una ciudad
extraña…”. Terminó de leer, leer-se. La poesía surtía el efecto del espejo, mientras lees un poema se va formando una imagen más compleja de ti mismo, aunque digas árbol y lazos amarillos y tertulia con cerveza, un tú difuso va acelerando su construcción en ese aire enrarecido de la palabra.
Las cortinas se cerraron. Hubo un intervalo de 15 minutos para fumar y beber algo.
Entre un cigarrillo, un café y el arte amatorio, los grupos se iban haciendo, entraba la noche por los corredores, el frío hería la piel, la última entrevista fue un poco triste, decía, pensé por primera vez en aquel sueño que también era tu sueño:
Anoche soñé contigo. Siempre creí que M., esa letra significaba justamente lo que me venía a la cabeza cuando la pronunciaba o la pensaba. Soñé que M. era la original M., o más bien soñé con el verdadero significado de M.. En el sueño tenía otra vez 19 años, cabello largo, ojos de párvula. Se repetía la escena en el baño del restaurant de profesores, me lavaba las manos con jabón de avena -caso típico de los baños de profesores de las universidades de America Latina-, se escuchaba entre el silencio del baño amplio, en la bocina a Julio Iglesias que cantaba "De niña a mujer", M. entró al baño, me dijo que me tenía un regalo y sacó de una bolsa grande un libro sin envolver, en la carátula se leía: Poemas de Amor y Desamor. Cristina Peri Rossi. Y me dijo que la dedicatoria del libro era un poema que se llamaba "FRACTURA DEL LENGUAJE DE LOS LINGUISTAS APLICADA A LA VIDA COTIDIANA", (acotó antes de entrar a la lectura que a veces se ponía a buscarme poesía escrita por mujeres) -la mayoría son superficiales o machistas, terminó de decir- leyó:
Le dije que me gustaba
(y se envolvía el pelo con el mismo pelo formando una cola grande de pelo)
pero quedé insatisfecha,
(y hablaba en voz baja, como no queriendo interrumpirse: a mí me pasa que a veces me gustas y al mismo tiempo no)
la verdad era que a veces no me gustaba nada
pero no podía vivir sin ella.
Le dije que la quería,
pero también quiero a mi perro
(dijo: bueno lo del perro es mucho, te quiero más que a un perro).
Después le dije que la amaba
(y mientras leía, algo entrelíneas iba palpando en mi inmadurez y mi terquedad)
M. me dio el libro y lo guardé -aún lo leo para dormir- y nos fuimos a terminar el almuerzo. Soñé la primera vez que vi a M., mi primera clase en la Universidad, su frescura, y su dureza convertida ya una parte importante de su estructura mental, se podría llamar a esa dureza praxis, un modo de ver todo muy fácil, de anticipar los dolores y las tragedias con una simple advertencia: No te enamores de mí. Toda esa personalidad que mezclaba perfectamente la habilidad para hacer parecer todo muy fácil y olvidar rápidamente, esa misma que a veces carecemos al enamorarnos, porque lo complicamos todo, esa estaba en su justa proporción en M..
Soñé la noche aquella -todo el sueño fue un intervalo de luces intermitentes que alumbraban escenas muy particulares de una realidad hace tiempo olvidada- en la que quedamos para comer pizza cerca de su casa. Ya se había divorciado y no tenía mucho que hacer aparte de escribir. Almorzamos cerca de la una de la tarde, nos tomamos una botella de vino tinto -una porque dos era una exceso para M., yo habría podido beberme tres botellas mientras el sol caía sobre nuestras cabezas-, luego fuimos a su casa, por su puesto yo quería más: más vino, más charla amorosa, más sensualidad, más risas, más todo aquellos que se iba gestando con la tarde-; su madre estaba en el apartamento, me tomé unas copas con ella, mientras charlamos de los albañiles mal pagados y de su buen ojo para escoger albañiles decentes. M. se deshizo de su madre, se fueron los albañiles y todos el silencio de las seis de la tarde caía adentro de la sala, el ruido apenas audible de las bocinas en las calles en hora pico, las voces que recorrían la autopista en eco y se devolvían hacia el bulevar atravesándome. Llegaron unos amigos, comimos, cantamos, hablamos, me lavé las manos cada vez que fui al baño, me embriagué, me quedé dormida en una habitación como de niño donde planchaban, M. me fue a buscar en la madrugada al cuartucho, me condujo por el pasillo hacia la habitación matrimonial, me acostó ceremonialmente, me dijo que sus amigos se habían ido hace poco.
La besaba dulcemente con vino, la besaba con rabia, lengua contra labio inferior, aspiro su aliento de menta -se había cepillado-aspira mi aliento de licor y labios rojísimos, pétreos de deseo.

Entro en un parque oscurísimo, con los ojos cerrados, me tienta a rasgar su piel de laguna, a romper un poco la ansiedad con mis labios que le sorben el cuerpo hasta dragarlo completo, hasta obtener el rincón más solo y aunque da miedo continúo la exploración, ya nada tiene sentido. Regresa la casa verde de la infancia, la obsesión con el caballo de plástico y los montes negros de la región fantasma de mis sueños. Expulsa, grita, a su modo llora, la casa está muy sola.
Tenemos sed, tengo ganas de fumar, de despertar más tarde y continuar en la noche. Fumo, bebo, beso, me cepillo, orino con el dulce sabor en mi cuerpo de menta y pert plus. Su madre a la mañana siguiente le reclama, el hueco en el edredón carísimo y le pregunta que si ha empezado a fumar.
Alguien me llamó, llamó a Marie, la palpó por detrás y la abrazó, tiernamente se enrolló a su espalda y reconoció su voz, su forma de enrollarse a la madera. Después vino otra poeta y recitó, nadie escuchaba y vino otra más y aplaudieron.
Nota: Primera entrega de un intento de cuento.
Las cortinas se cerraron. Hubo un intervalo de 15 minutos para fumar y beber algo.
Entre un cigarrillo, un café y el arte amatorio, los grupos se iban haciendo, entraba la noche por los corredores, el frío hería la piel, la última entrevista fue un poco triste, decía, pensé por primera vez en aquel sueño que también era tu sueño:
Anoche soñé contigo. Siempre creí que M., esa letra significaba justamente lo que me venía a la cabeza cuando la pronunciaba o la pensaba. Soñé que M. era la original M., o más bien soñé con el verdadero significado de M.. En el sueño tenía otra vez 19 años, cabello largo, ojos de párvula. Se repetía la escena en el baño del restaurant de profesores, me lavaba las manos con jabón de avena -caso típico de los baños de profesores de las universidades de America Latina-, se escuchaba entre el silencio del baño amplio, en la bocina a Julio Iglesias que cantaba "De niña a mujer", M. entró al baño, me dijo que me tenía un regalo y sacó de una bolsa grande un libro sin envolver, en la carátula se leía: Poemas de Amor y Desamor. Cristina Peri Rossi. Y me dijo que la dedicatoria del libro era un poema que se llamaba "FRACTURA DEL LENGUAJE DE LOS LINGUISTAS APLICADA A LA VIDA COTIDIANA", (acotó antes de entrar a la lectura que a veces se ponía a buscarme poesía escrita por mujeres) -la mayoría son superficiales o machistas, terminó de decir- leyó:
Le dije que me gustaba
(y se envolvía el pelo con el mismo pelo formando una cola grande de pelo)
pero quedé insatisfecha,
(y hablaba en voz baja, como no queriendo interrumpirse: a mí me pasa que a veces me gustas y al mismo tiempo no)
la verdad era que a veces no me gustaba nada
pero no podía vivir sin ella.
Le dije que la quería,
pero también quiero a mi perro
(dijo: bueno lo del perro es mucho, te quiero más que a un perro).
Después le dije que la amaba
(y mientras leía, algo entrelíneas iba palpando en mi inmadurez y mi terquedad)
pero
mi incomodidad fue mayor aún:
no
tenía un cúmulo de buenos sentimientos,
a
veces mis sentimientos eran muy malos,
quería
secuestrarla, matarla de amor,
reducirla
a la esclavitud, dominarla.
A
veces, sólo quería su placer.
La
complicidad que reclamé
era
imposible: ¿qué complicidad se puede establecer
con
alguien cuya sonrisa nos lleva al paraíso
y
cuya indiferencia nos conduce al infierno? (William Blake)
Decidí
prescindir del lenguaje,
entonces
me acusó de no querer comunicarme.
Desde
hace unos años, sólo existe el silencio.
(Casi terminando el poema entró una señora de cabello corto negrísimo, una profesora seguramente)
Encuentro,
en él, una rara ecuanimidad:
la
de los placeres solitarios.M. me dio el libro y lo guardé -aún lo leo para dormir- y nos fuimos a terminar el almuerzo. Soñé la primera vez que vi a M., mi primera clase en la Universidad, su frescura, y su dureza convertida ya una parte importante de su estructura mental, se podría llamar a esa dureza praxis, un modo de ver todo muy fácil, de anticipar los dolores y las tragedias con una simple advertencia: No te enamores de mí. Toda esa personalidad que mezclaba perfectamente la habilidad para hacer parecer todo muy fácil y olvidar rápidamente, esa misma que a veces carecemos al enamorarnos, porque lo complicamos todo, esa estaba en su justa proporción en M..
Soñé la noche aquella -todo el sueño fue un intervalo de luces intermitentes que alumbraban escenas muy particulares de una realidad hace tiempo olvidada- en la que quedamos para comer pizza cerca de su casa. Ya se había divorciado y no tenía mucho que hacer aparte de escribir. Almorzamos cerca de la una de la tarde, nos tomamos una botella de vino tinto -una porque dos era una exceso para M., yo habría podido beberme tres botellas mientras el sol caía sobre nuestras cabezas-, luego fuimos a su casa, por su puesto yo quería más: más vino, más charla amorosa, más sensualidad, más risas, más todo aquellos que se iba gestando con la tarde-; su madre estaba en el apartamento, me tomé unas copas con ella, mientras charlamos de los albañiles mal pagados y de su buen ojo para escoger albañiles decentes. M. se deshizo de su madre, se fueron los albañiles y todos el silencio de las seis de la tarde caía adentro de la sala, el ruido apenas audible de las bocinas en las calles en hora pico, las voces que recorrían la autopista en eco y se devolvían hacia el bulevar atravesándome. Llegaron unos amigos, comimos, cantamos, hablamos, me lavé las manos cada vez que fui al baño, me embriagué, me quedé dormida en una habitación como de niño donde planchaban, M. me fue a buscar en la madrugada al cuartucho, me condujo por el pasillo hacia la habitación matrimonial, me acostó ceremonialmente, me dijo que sus amigos se habían ido hace poco.
La besaba dulcemente con vino, la besaba con rabia, lengua contra labio inferior, aspiro su aliento de menta -se había cepillado-aspira mi aliento de licor y labios rojísimos, pétreos de deseo.

Entro en un parque oscurísimo, con los ojos cerrados, me tienta a rasgar su piel de laguna, a romper un poco la ansiedad con mis labios que le sorben el cuerpo hasta dragarlo completo, hasta obtener el rincón más solo y aunque da miedo continúo la exploración, ya nada tiene sentido. Regresa la casa verde de la infancia, la obsesión con el caballo de plástico y los montes negros de la región fantasma de mis sueños. Expulsa, grita, a su modo llora, la casa está muy sola.
Tenemos sed, tengo ganas de fumar, de despertar más tarde y continuar en la noche. Fumo, bebo, beso, me cepillo, orino con el dulce sabor en mi cuerpo de menta y pert plus. Su madre a la mañana siguiente le reclama, el hueco en el edredón carísimo y le pregunta que si ha empezado a fumar.
Alguien me llamó, llamó a Marie, la palpó por detrás y la abrazó, tiernamente se enrolló a su espalda y reconoció su voz, su forma de enrollarse a la madera. Después vino otra poeta y recitó, nadie escuchaba y vino otra más y aplaudieron.
Entre copas de vino que iban y venían, y
pequeños vasos de plástico con de ron o cocuy que pasaban de mano en
mano fuimos a parar a un antro cerca del Centro Cultural, no dejaron entrar a
unos poetas que venían del interior, les consiguieron dos petacas de ron
pampero en los bolsos. Adentro pedimos unas cervezas y brindamos a la salud del gato que
aullaba desde la ventana. Salíamos a fumar y a beber pequeños sorbos de ron.
Los letreros de los locales cercanos se unían a la luna que empezaba a salir
detrás de los nubarrones de una noche que apenas empezaba. A veces pienso en la soledad de las mesas, de
los ventiladores apagados, en los lápices sin punta dejados al lado de las
papeleras sin papeles, en las luces apagadas de un dormitorio, en el lento
pulular del polvo encima de lo olvidado.
Rosa y unos chicos entraron para cantar una
trova viejísima y triste, alguien se quejó cerca de la barra por el ruido del
gato en la ventana.
Marie
dijo: bicho, y siguió hablando de política y de las poetas olvidadas, del gusto
que le daba llevar pelo corto y no afeitarse las axilas. Miguel bostezó, y apuró su cerveza
casi intacta, golpeteó la mesa, ya nadie estaba a salvo de su desgastado estado
emocional, replicó a la imagen que se le vino de las axilas peludas de Marie y
su tatuaje de dragón en el hombro: Hay que estar cansado, tanto como yo, para
no asombrarse del discursito de siempre sobre las poetas olvidadas. Ven, vení
que te lo quiero decir cerquita –y la acercó suavemente del brazo, como si
fuera una niña, Marie hizo un gesto de rechazo pero terminó cediendo y se sentó
muy cerca- las mujeres poetas no existen, existen los poetas, el gusto por la
soledad, la muerte, el amor sin sentido, la rotura con las cosas de este mundo
cuando consigues el verso, esa imagen completa que une todas las sensaciones a
lo que dejaste al escribir. Deja ya el discurso del método para hacer catarsis
de lado y a la publicidad, por favor, no la metas en esto, pidió una cerveza al mesonero que casi se dormía en la barra.
Solo Marie lo escuchó, lo miraba fijamente mientras sonreía porque sabía que así era él, un hombrecito
histórico con sus cuentos de guerra, un facsímil con cuaderno amarillento
dentro de su bolso de colegial, en el fondo, como en todo antro gris de una
Caracas precaria se escuchaba a un Rubén Blades lleno de heroína entre los
timbales propios de una salsa romántica en su máximo apogeo.
Marie fue a bailar, sola, entre las mesas. M. la veía, sobre la luna, la invitaba, con su palabra subrepticia, con su pierna en movimiento, cuando llevaba la cerveza a sus labios, que estaban rojos como el paraguas de los chinos que no quise comprar, rojos como
el alambrado luminoso que decía “EL PULPO” y el color de los semáforos
solitarios bajo la lluvia que tosía en las calles.
Salieron del local y ya era de madrugada, llovía apenas sobre sus rostros. M. y Marie hablaban de la noche, de aquellos días en la universidad y de la muerte. Paul dijo: Llueve soberbia en tus ojos mutilados, y pasó su bastón a la mano izquierda para tomar a Marie del brazo. Le siguió Frani: Tu cuerpo de burbujas
tiene la leyenda de mis dedos, y se tomó un trago de ron de la botella que seguía pasando como una beso de boca en boca. Marie dijo: Beber hasta
alcanzar el paroxismo del sexo. M. replicó casi besándola:
Tus labios presa de la angustia de la palabra y la sombra del adiós.
domingo, 27 de julio de 2014
TODAS TUS PALABRAS ENVENENARON LA NOCHE. Fueron ESCALERAS AL FIN DEL MUNDO, SUBTERFUGIO DE UNA REALIDAD RIDÍCULA. Un LIBRO AGOTADO DESDE SIEMPRE. PERO TÚ YA NO YA EXISTES Y TUS PALABRAS SON.
DECANTACIONES PARA UN POEMA PÓSTUMO
A Paul
Tengo todas tus
palabras
en la mirada
tu mudez de
heraldos volátiles
tu creencia de
polvo carne y dioses griegos
muriendo en tu
cárcel de cocuy
mi κύων kyon
mi texto bilingüe
llevo la noche de alambre tejida
a mi cuerpo de poema
llevo los domingos en la cien
se produjo un rocío
de polvo en el bulevar
pero un trozo tuyo demoró
en la foto
un poema de nadie
en la fosa del mundo
el brebaje de la
tarde cayendo como un sol
en un cuaderno
como un cadáver
exquisito
queriéndote
será el miedo de no
escuchar a Rilke
viniéndote como la ola
será que el placer
de la soledad
me deja en mi ficción de dolor
en mi bar de la puñalada
con un poema en la
boca
entro en las
librerías
solo para llorarte
donde yacen palabras como piedras.
miércoles, 23 de julio de 2014
Lila Downs - Un poco más
ROTURA HERMENÉUTICA DE LOS FILÓSOFOS AL REFLEXIONAR SOBRE UNA CUSA PERDIDA
Necesito recuperar el filo de la navaja
tu libro de Virginia Wolf
la contratapa de mi gendarme
recuperar mi sitio en el mundo
ya no puedo leer
sin mirarte
en las espinas del cuento
ya no puedo escribir sin escribirte
de nada sirve Olga Orozco Cristina
ya no sirve
la pregunta acerca del ser
tu boca
ocaso inconmensurable
la prescripción de la razón:
no comerte
no beberte
no pensarte
no seguirte amando
Necesito refrigerar las ganas
quien inventó el deseo de ti
se flagela
quien anochece y amanece
amando-te
se flagela
quien te acaricia
sabe de tu herida
quien te ama
sabe de su fracaso
Quien te ama
acarició el duelo
y caminó largamente su soledad
como caminar un viejo camino
de árboles y casas desechas
Quien te ama
no trae signos
solo presagios
una carta astral en la mirada
tu nacimiento
en las manos.
A.r.
Bola de Nieve - No Puedo Ser Feliz
Fue, fui: una lluvia que cayó apenas sobre el vehículo en movimiento
que atravesaba el vidrio
que atravesaba mi cuerpo quieto
que atravesaba la ciudad de madrugada
ya te había perdido
sólo hubo silencio
ya te había perdido.
La Llorona. Chavela Vargas "Un tributo a Frida Khalo"
Había una mujer que cantaba como llorar
¿Sabes lo que es el llanto?
¿Sabes lo que es el amor, el llanto, el llanto del amor?
Había una mujer, minúscula, con la voz de una aparición
una mujer cuya voz se adentra en blanco y negro
en el pecho que gime
Y había otra mujer que lloraba y pintaba
lloraba hacia dentro y cantaba con el pincel
dibujando la sangre entera
el Danubio se derramaba al pintar
¿Sabes acaso lo que es el amor, lo que es el dolor?
llorar, pintar, cantar, amar
es lo mismo.
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Aún hoy leer a Julio Cortázar, Roberto Bolaño -cuya prosa es parecida a estar recorriendo el desierto de Sonora en un Maverik- y otros lat...
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Amé con la punta del pulgar en lugares imposibles en cada ciudad detrás de casetas telefónicas en puentes y ríos sagrados ...













