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Mostrando entradas de abril 27, 2014

Escribir es una cadencia impetuosa que termina en una sensación armónica y desmedida. Es el Guissepe Verdi de Callas con vino y noches de insomnio. Escribir es tener sexo escuchando "All the things you are" de Ella Fitzgeralg. Escribir es saborear la angustia Socrática de no saber.

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DETALLES CUADRICULADOS DE PICASSO Hoy que poso mi mano en tu rodilla Picasso. y te llamo por tu nombre  y ya no hay máscaras que te oculten y me despierto en los resquicios de otra piel y te regalo un libro pensado en tu oficina de Los Chaguaramos y comemos ostras vivas con vino blanco y limón y lloramos como dos pájaros asustados con las secuelas del insomnio sin amarnos tanto sin desearnos tanto EN ISLAS DE PAPEL MACHÉ AZUL VERDOSAS  donde los cuerpos son solo un SUEÑO DE CRUSOE  Hoy que TE BESO EN LOS LABIOS con la VEHEMENCIA LITERARIA de un adolescente –aprendiz de Cortázar y sus cronopios- y conoces los secretos de mi clítoris y el regodeo de mi angustia en las librerías Picasso. y el resabio de mi dolor al pintar la silueta de tu voz cansada sobre mis senos Hoy que te leo como a un libro preferido y robado y ya nada puede salvarnos de este consumo oprobioso del apetito esta avidez de la memoria que recrudece con El Leviatá...

Fito Páez - Cadáver Exquisito

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Aún hoy leer a Julio Cortázar, Roberto Bolaño -cuya prosa es parecida a estar recorriendo el desierto de Sonora en un Maverik- y otros latinoamericanos como Gabriel García Márquez, César Vallejo, El Chino Valera Mora y otros tantos que se escapan, tienen de fondo -y ridículamente propio quizás- el sabor, el grito, el ahogo, de las canciones de Fito Páez, que resuenan como una voz apagada en alguna parte, en alguna ciudad latinoamericana y encendida luego, años después, en la memoria literaria de quien ha leído a estos escritores y ha soñado mientras escucha una vieja canción de Fito, como ésta que dejo para rodar en su imaginación... A. D.

Me deprime la ciudad, te dije. Y tú bailabas con tus cadenas de tiempo encima de la mesa. En Plaza Venezuela y la Ciudad Universitaria tu nombre resonaba como en los burdeles de la Urdaneta. Todo era un sueño. Tu cuerpo cubierto de alcoholes y trazos de un Kierkergaar recién descubierto. Solo nos podía detener un libro, un cigarrillo.

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LA FRANCESA Una mujer inteligente. Una mujer hermosa. Conocía todas las variantes, todas las posibilidades. Lectora de los aforismos de Duchamp y de los relatos de Defoe. En general con un auto control envidiable, Salvo cuando se deprimía y se emborrachaba, Algo que podía durar dos o tres días, Una sucesión de burdeos y valiums Que te ponía la carne de gallina. Entonces solía contarte las historias que le sucedieron Entre los 15 y los 18. Una película de sexo y de terror, Cuerpos desnudos y negocios en los límites de la ley, Una actriz vocacional y al mismo tiempo una chica con extraños rasgos de avaricia. La conocí cuando acababa de cumplir los 25, En una época tranquila. Supongo que tenía miedo de la vejez y de la muerte. La vejez para ella eran los treinta años, La Guerra de los Treinta Años, Los treinta años de Cristo cuando empezó a predicar, Una edad como cualquier otra, le decía mientras cenábamos A la luz d...