Coleccionista.
No quiero asustarte. Estoy en un limbo. Sueño que tomo la bicicleta y recorro la costa, un hilillo azul que se pierde, se confunde. Lola (mi perra) me ladra, se hecha a correr detrás de mí, sale de un cuaderno de dibujo, de una página amarillenta, con sus trazos de lápiz B Fber Castell. Amaba coleccionar lapices, dibujar árboles, gaviotas.
Coleccionaba hojas secas, panfletos, hierva de los jardines. Recuerdo que un vez estuve en un jardín cerrado en París, cerca de la Torre, trepé por la cerca, me escabullí entre las flores y el pasto húmedo, la Police merodeaba, pero estaba oscuro. Metí un puñado de tierra y hojas algo húmedas en una bolsita, como no tenía casi dinero para comprar llaveros y la torre en miniatura, me traje un pedazo de un jardín de París. Sueño que corro por calles infinitas, nunca me canso, nunca paro, no tengo sed, mis pies arden, no quiero parar. Al despertar es otra cosa, no flexiono mis pensamientos, es mejor dormir.
EL INSOMNE.

La escritura, en fin.
Claro que puedo escribir. Escribo frases cortas y largas que no tienen musicalidad. Los dejo dentro del blog, en un apartado digitalizado que dice "entrada" y que no publico. La musicalidad es el sentido que esconde el poema. Lo que te reinvindica secretamente. Busco el éxtasis que sentía al leer a Bolaño, Canetti, Lispector, Poe, Yourcenar, por primera vez. Es posible que no regrese nunca allí. Escribo por el éxtasis. Y cuando desaparece un poco de ese éxtasis me pregunto si tiene sentido seguir escribiendo. Algún día los papeles del mundo se quemarán y las computadoras se comeran las palabras, ya no quedará el testimonio escrito, solo la palabra arrojada al viento, dicha por una única vez. Quizá por eso escribimos, para no ser polvo.