MONÓLOGO A "LA MAGA"
A Olga y sus enanos de Irlanda
El
amor sobrevive los parques carcomidos por el óxido. A veces se pasea por las
plazas buscando un beso, se llena de nostálgia. Trasciende las edades
históricas de mi piel. Se queda solo, consumiéndose, solo. Intenta, persigue,
nunca se sacia. Nadie sabe si es ego hablar de conquistas, pero el amor no
sabe esperar. Se sienta en los bancos con su boina negra y su rostro pálido de
lunas, a esperar a la mujer de medias rotas y hazañas. Es cuerpo fugitivo en la
noche, con máscaras para hacer reír. Una Andrómeda vestida de lunares con una flor
en las mejillas y un rosal muerto en la espalda. La niñez tránsfuga, el olor
del metileno puro en las axilas de una mujer cazada, el olvido del huerto bajo
la penumbra del árbol. Una mujer enamorada poniendo canciones a la noche, una
mujer en la ventana ejerciendo su arte poética. Cancionera de amor en un cuarto
vacío con luciérnagas. Hambre enredada a la sangre, ansias de morir, brazos
abiertos en las calles, sol que da en el pecho destrozado. Es apagar las luces
rompiendo la continuidad del día, entonces ventana obscura y cerrada, y por lo
tanto, Cadenas rompiéndose el culo con un poema para tí. Eclosión de pezones en
el irreductible espacio de la habitación, fantasmas que en la noche revuelven
la tierra. Una cueva sin Alicia y sin licencia de tiempo. Una fractura llamada
espacio, el apeiron.
Adriana Duré.