MUERTE A OTRA HISTORIA DE AMOR
A Paul sobre todo
a María Eugenia porsia
Y se murió nuestro mejor amigo
su cuerpo diminuto yacía
en un cajón marrón
sin dios
tú te volcaste sobre una mesa de planchar
no sé
sin dios también
no por nosotras no por él
yo regresaba del dolor
con ojos lluviosos leyendo nuevamente a Thoreau
haciendo mi propia desobediencia
en el recodo de aquel bar donde metía mi mano
profundamente entre tus piernas
él se murió tú te habías muerto
en plena calle a la luz del día
en un parque para niñas autistas
él y nosotras antes
con libros en la sienes con más dolor en las cicatrices
de la infancia
que no terminaba en crecer estudiar aprender palabras
saber un idioma más buscar en el diccionario nuestros cuerpos
tan incomprensibles como la palabra nueva
conjugada entre arbustos sobre la hierba recién humedecida
por el llanto de los estudiantes muertos sobre la misma tierra
él se murió y tu olor a trementina inundaba la sala
tu sonrisa se escondía en un imaginario que agonizaba
detrás un barrio violento delante mi dolor por todo
por el ruido despaciguado de un mes pleno
yo temblaba por los rincones su familia éramos tres o cuatro
poca plata para el entierro nadie o casi nadie lo conocía
tanto como para saber que moría y sería reducido
esparcido por la tierra donde tu cuerpo gimió
contra la tierra y junto a la estatua de la mujer que lloraba
así es la muerte nadie dijo que sería así la muerte
enero y luego el resto del tiempo
sin leernos las cicatrices
y él no pensó en el último instante solo no vio más allá
tus ojos no vieron más allá
no vimos nuestros cuerpos obnubilados sobre la calle rota
sobre su cuerpo pequeño descompuesto con la boina de parís que le regalé
más bien un libro de horas que rezamos juntos las noches pluviosas
cuando ya no estabas como él ahora que se pinta en óleo sobre la tristeza
que es una piel blanda que busca una tela tersa mis paredes sucias
cada quien en su foso
te entierro en lo profundo de mis huesos pulverizados
por la inocencia que ya no está su inmensa palabra ya no está
no estamos sino en las fotos para la memoria que dice que amó
que dice que amamos el vino las fotos las sonrisas el amor el sexo
el sexo tu sexo en el automóvil como la plaza donde me dejaste
la calle entera para nosotras y luego el orgasmo la poli el escenario donde te cantaba
canciones de edith piaf chavela y metía mis dientes en la falda larga abierta en la pierna zurda
que tienes tu mano zurda en mi vientre los leones gritando en el estadio las luces sobre la alfombra
de tu auto recién robado el vómito en la acera tu sonrisa desde la sombrilla llovía
llovía cuando su cuerpo ya sin vida pero llovía en sabana grande con los autómatas
bajo los techos grises compraban cosméticos en la farmacia y no pastillas
solamente una cosa lucías hermosa de negro la tristeza raya en azul de los ojos de mi ex loca que quiso matarme porque decía que yo era muy inteligente y sabía sobre vih para la cura de su hermano que murió sin encontrar la calma bajo las sábanas calientes con el dolor anegando sus huesos pero tú yo seguimos hurgando las heridas los pozos de memoria de la infancia matando la infancia
con el deseo soslayado de otra piel otras caricias el amor con sus deformaciones que no enseñaste
en el curso de filosofía a decir perdón porque amaste y amaste hasta causarnos vértigo debajo de la luna entre las sábanas y las cartas que te escribía justo antes de preparar el café de la mañana y un ramo de hortensias de colores sobre un jarrón que no le pondremos a él porque sus cenizas están en mi boca y tu boca que besaba amando amando la dulzura de la vida que ya no tiene la lozanía
de las hortensias en la mesa de la casa donde amé y él se quedó rezagado en el miedo de morir de poseer que es lo mismo para alguien que ya no recuerdo porque recordar los detalles de tu cuerpo abierto sobre la mesa donde las hortensias se secaban y cantaba a la noche pluviosa cuando había y cuando ya no estabas cantaba con él leyendo el libro de las horas y a Osip devuélveme el tiempo que ya no estás en él y él ya no está en él y cantaba la rayuela que pude leer cuando no estabas y como no sigues estando sigo leyendo y él tampoco está y mi tesis es sólo una tesis de lo que nunca acaba porque la herida del amor siempre muerde y me muerde y repito abecedarios releo a Arendt sin poder terminar porque la muerte porque la muerte porque la muerte
tú inescindible de la muerte diría para la muerte
y con él muere nuestra historia de amor.
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