viernes, 16 de febrero de 2018

INSTRUCCIONES DE VIAJE

Al partir de viaje se deben llevar las maletas vacías de todo prejuicio contra los aviones, el color del cielo, la temperatura de las hojas, el sabor de los besos, el olor de los insectos si es verano, el movimiento bipolar de los ríos que tentativamente pueden cruzar ciudades.
No es imprescindible una destreza de movimiento corporal para situarte en un país extraño. Basta con tomar un aeroplano de dimensiones ocultas y tratarlo como si fuera un aparato de escala mínima que cabe en tu bolsillo. De manera que tú no estás volando dentro del aparato si no que tu cuerpo desplaza ese pequeño aparato volador en el lugar del sueño. Volar entonces es un acto pluridimensional, irreductible, mágico, que acaece en alguna parte de ti mismo permitiendo que el vacío producido por algún tipo de suspensión en el aire sea más bien un gesto que hacen tus manos seguido del resto de tu cuerpo.
Otra cosa imposible de olvidar es llevarte tus ojos. No la cámara de tus ojos. Llevarte un buen par de ojos para apreciar las pequeñas letras en los buses, las señales en los aparcamientos solitarios, los anuncios de las fiestas recónditas que suceden lejos de los turistas, la lenta aparición de la luna detrás del humo y las luces que van transformando lo extraño en extraordinario. No olvides tu ojos de mirar para no pisar las sombras de los árboles que esconden la maravilla de las múltiples formas que adquiere la noche, los pájaros que duermen cerca de las avenidas y que miran taciturnos el beso de los amantes. No hay que perder de vista los caminos de tierra que se abren cerca de los ríos tragados por el polvo y descubrir al fondo un cuerpo tallando sobre la piedra la forma del aire.
Amor, llévate tus ojos desnudos del cactus ebrio que reposa en tu tierra natal. Llévate los ojos que aguardan dentro de los dedos que tocan la sustancia de los míos mirando. También hay que llevarse el río interior para fluir encima de las noches y los días sin calma, cuando buscamos el aliento de los sauces y solo hay lágrimas en su orilla. Llévate poca ropa . Anda descalza sobre el caliente abrazo de la tierra. Llévate la piedra y ponla en un templo para que arda en la antigüedad de un miedo ajeno.

Y cuando ya no encuentres nada que sacar de las maletas porque sea el polvo parte de la memoria viviente de lo que fue. Cuando los zapatos hayas perdido y el corazón desnudo de ella pase lentamente sobre el amasijo de lo que eres. Cuando sobre tu cuerpo pase algo parecido al movimiento del río que finalmente sientas vibrar a golpe de aire y eco. Cuando tu cuerpo resuene en la noche fina, vital de los animales que sueñan con la ternura del color que todo lo funde en uno solo. Cuando la capa endeble que recubría como vestidura la transparencia de tus ojos caiga y caiga la ropa, el sombrero, una postal, un anillo, una palabra que retumba con tu voz,  caiga la hoja de tu pubis profundo, y  la alteridad de tu cuerpo despojado acaricie la noción de estar fuera de todo tiempo y espacio. Cuando la ciudad empiece a parecer circular. Y las formas de la voz entren punzantes por todo lo que significas. Habrás empezado el viaje.

Por AJRD

POSTALES DESDE SHANGHAI


Notas Básicas de Shanghai

caen desde los techos tus ojos ahogados
los cuerpos de las postales abrazados
en un fuego hambriento
dos mujeres de shanghai disparadas entre mojitos de fresa
y relojes dibujados en papel de hilo
quién eres

compré una postal en el barrio de los mojitos gigantes
un perro tatuado posaba delante de la tienda de los retratos
tu piel de avión sobrevolaba la noche como un incienso
compramos souvenir a diez yuanes
pedí un cigarrillo en la entrada del local
una francesa del sur cantaba ne me quite pas
escuché a Nina Simone retumbar entre las callejuelas de la noche
un gato acariciaba sus mejillas en el filo del techo corroído
fumé mis mejores cigarrillos esperando
que se abriera esa grieta que dibuja la noche en los cuerpos heridos
o tal vez que apareciera entre los retratos de esa tienda
tu rostro pintado de escamas que alumbran la noche

ahora hablo con los huesos del amor
la postal cubre un libro de Lempicka
no puedo romper ese diálogo
la mermelada ha cubierto todo el insomnio
déjame andrógina en un vaso congelado
tú no eres más la pecera circular
la bocina que descubre a Janis entre platos de arroz

pero rebosamos de tristeza

Janis canta ahora en la ciudad de madrugada
estoy en los canales de Shanghai y una luz tenue de bombilla
alumbra nuestro beso
entro en la habitación y llueve sobre las líneas blancas de una carretera sin nombre


LOS PERROS QUE SONREÍAN








Los perros locos mordían la cal

vendimos hasta el último libro
porque no cabían en la maleta 
pero dejamos el amor
todo el amor por el polvo que se esparcía como la cal
sobre nuestros rostros
dejamos el amor que sentimos por el lenguaje
de los taxistas
la palabra escrita nos la sabíamos de memoria
sus conjugaciones formales el del cuerpo ebrio
la salvaje reunión de la forma circular de una teja
y el letrero de bienvenida en inglés
comimos el destierro desenfrenados
alcohólicos en la ciudad de la sed

un edificio aquí la piel en cada hoja
enamoramos a las chinas con los ojos acicalados de tormentas tropicales
y redondos como la luna que se ocultaba detrás del hotel

desde el último piso abrazamos la calle extensa que unía
el río subterráneo y un mcdonalds que vendía pollo picante
para desplazar la destreza que producía amarnos locamente
por las avenidas con nombres de antiguos reinos
no supimos nunca sobre el silencio que se colaba a veces entre los autos
dejando pasar una gota de deseo antiguo

los perros leoninos pisaban una bola
y a veces un cachorro adormecido de tanto licor de arroz
sonreía bajo el cielo nublado de mis ojos ebrios
buscaba el color azul enterrado en la última caricia
pero nunca maneció
porque la luz vestía de tu piel

luego
me invitaste a saltar al lago artificial con peces rojos
la marea recrudecía a lo lejos los flashes
y la sonrisa de niños libres de bailes puritanos
no entendí la señal del baño
éramos gusanos del trópico acostumbrados
a la sensualidad del papel y el espejo
entonces salté
como desde la botella a un sueño
donde las paredes se alzaban para vernos nadar
con la desnudez del latinoamericano
con la pausa en las bocas adormecidas de tantos grados de alcohol

pero la noche venía
en forma de mujer
con su ojos
y saltamos el último río sobrepuestos y al revés
íbamos hacia el sur
siempre hacia el sur
creyéndonos reinas de la nada
barajando la fortuna en las pistolas de agua
y los peces naranja que recién habían conquistado el Atlántico

los perros siempre sonreían en su maldición de estatua
y las hojas cayendo a través del infierno del irremediable deseo
posado en edificios de bancos y centros comerciales
muy cerca del río

bebíamos los carmines de los letreros
nadie sabe de esta pasión de beber el agua de las flores anochecidas
de transitar en julio por tu espalda
como una avenida congestionada de Caracas a las 12 del meridiano universal
y bebíamos puchinis y mojitos a espaldas de la resurrección de los muertos
con jabones y pasta de dientes en la maleta de huida

no leíste la última dedicatoria de la noche
el río de balas resbalaba codiciosamente por mi boca
te di la última respiración de la ciudad
la roca me la traje dando vueltas a todos tus lunares
techos blancos y oscuros que se disipaban cuando caía la lluvia
y corríamos hacia ninguna parte con la felicidad de no saber del futuro
en ese momento te amaba
amaba
como caía la noche en tu ropa mojada
en tus manos que atrapaban el ruido de mis manos solas
para echarnos a andar sobre un pedazo de tierra
que nos expulsaba hacia el piso 19
o hacia el cuerpo duro de una cama saturada de lunas

pero estábamos muy lejos de la ciudad que contenía el polvo de nuestros cuerpos
muy lejos de la tierra
y los perros continuaban sonriendo
atravesando todo este amor
sabiendo que no obtendríamos la noche
ni el resguardo de la sombra
ni siquiera el misterio de buscarnos nuevamente por las calles.

QUÉ SUCEDE

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