INSTRUCCIONES DE VIAJE
Al
partir de viaje se deben llevar las maletas vacías de todo prejuicio
contra los aviones, el color del cielo, la temperatura de las hojas, el
sabor de los besos, el olor de los insectos si es verano, el movimiento
bipolar de los ríos que tentativamente pueden cruzar ciudades.
No
es imprescindible una destreza de movimiento corporal para situarte en
un país extraño. Basta con tomar un aeroplano de dimensiones ocultas y
tratarlo como si fuera un aparato de escala mínima que cabe en tu
bolsillo. De manera que tú no estás volando dentro del aparato si no que
tu cuerpo desplaza ese pequeño aparato volador en el lugar del sueño.
Volar entonces es un acto pluridimensional, irreductible, mágico, que
acaece en alguna parte de ti mismo permitiendo que el vacío producido
por algún tipo de suspensión en el aire sea más bien un gesto que hacen
tus manos seguido del resto de tu cuerpo.
Otra
cosa imposible de olvidar es llevarte tus ojos. No la cámara de tus
ojos. Llevarte un buen par de ojos para apreciar las pequeñas letras en
los buses, las señales en los aparcamientos solitarios, los anuncios de
las fiestas recónditas que suceden lejos de los turistas, la lenta
aparición de la luna detrás del humo y las luces que van transformando
lo extraño en extraordinario. No olvides tu ojos de mirar para no pisar
las sombras de los árboles que esconden la maravilla de las múltiples
formas que adquiere la noche, los pájaros que duermen cerca de las
avenidas y que miran taciturnos el beso de los amantes. No hay que
perder de vista los caminos de tierra que se abren cerca de los ríos
tragados por el polvo y descubrir al fondo un cuerpo tallando sobre la
piedra la forma del aire.
Amor,
llévate tus ojos desnudos del cactus ebrio que reposa en tu tierra
natal. Llévate los ojos que aguardan dentro de los dedos que tocan la
sustancia de los míos mirando. También hay que llevarse el río interior
para fluir encima de las noches y los días sin calma, cuando buscamos el
aliento de los sauces y solo hay lágrimas en su orilla. Llévate poca
ropa . Anda descalza sobre el caliente abrazo de la tierra. Llévate la
piedra y ponla en un templo para que arda en la antigüedad de un
miedo ajeno.
Y
cuando ya no encuentres nada que sacar de las maletas porque sea el
polvo parte de la memoria viviente de lo que fue. Cuando los zapatos
hayas perdido y el corazón desnudo de ella pase lentamente sobre el
amasijo de lo que eres. Cuando sobre tu cuerpo pase algo parecido al
movimiento del río que finalmente sientas vibrar a golpe de aire y eco.
Cuando tu cuerpo resuene en la noche fina, vital de los animales que
sueñan con la ternura del color que todo lo funde en uno solo. Cuando la
capa endeble que recubría como vestidura la transparencia de tus ojos
caiga y caiga la ropa, el sombrero, una postal, un anillo, una palabra
que retumba con tu voz, caiga la hoja de tu pubis profundo, y la
alteridad de tu cuerpo despojado acaricie la noción de estar fuera de
todo tiempo y espacio. Cuando la ciudad empiece a parecer circular. Y
las formas de la voz entren punzantes por todo lo que significas. Habrás
empezado el viaje.
Por AJRD
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