domingo, 22 de mayo de 2016

A JULIA


Habíamos perdido el tren a Toledo
la noche anterior dimos vueltas por la Puerta del Sol
bebimos en todos los bares 
me enamoraba de cualquier mujer que tuviera como tú
acento de extranjera
nos metimos directo en un bar de Chueca un poco por la publicidad un poco por el frío
un poco porque estabas parada delante fumando
entramos después que un grupo de mujeres entre toqueteos y risas 
eran marcadas con un sello en el brazo
gin tonic con sumo de naranja por favor
una cerveza para la sed
yo buscaba entre la gente tus ojos
negros como grandes nubarrones dentro de la oscuridad
sé que te llamaron Julia
y pinchaste la noche justo en el pecho
los grandes cuervos sobrevolaban mi ciudad al otro lado
donde era de día 
Julia como mi tía muerta
Julia como el nombre de una canción que se confundía
con Melina el nombre de otra canción
y así sucesivamente iban pasando los nombres de viejos amores
borrascas que habían terminado en bares de mala muerte
en moneda local diez cervezas para el olvido
tú sólo tomabas agua y una especie de reactivo químico
para adentrarte en los misterios de la electrónica del tablao
las mujeres gritaban canciones tu nombre 
era imposible no creer en la suerte después de viajar al otro lado del Atlántico
con el corazón destrozado y poca ropa en la maleta
Julia nos vimos en esa cola larga del baño
creí entonces que tu nombre era Alicia
la del cuento y yo el sombrerero
un gato que se arrastraba desde el fondo del bar con millones de mililitros de alcohol
viajando por el hueco de mi sangre vertiéndose en mi piel sudada
Julia tengo el sabor de tu perfume en los dedos
y era como si de pronto
pudiera pintar tu rostro con las yemas fotografiar exquisitamente tus ojos
al ritmo de alguna canción vieja que el público cantaba
tú en mis manos húmeda pegada al espejo tu camisa abierta
el sudor de tu cuerpo y afuera menos ocho grados
Julia en una cama de hotel tu espalda empinada suave arrastrándose
como el rumor de la ola tu tatuaje de mariposa en el hombro
el vuelo iluminado por la mañana que florecía en un hotel de Chueca
tu voz que aún resuena entre dos aguas
Julia o Alicia en el piso del restaurante japonés
el hueco de tu espalda como un escalpelo cortando mis manos
tu cabellera negra picoteando como cuervos mis ojos
besándome en esa calle de bilbao antes del metro después del metro
en el metro cerca del cuello en la boca junto a la dulzura
no te escuché pinchar después de esa noche
quería quedarme en tu cuerpo para siempre
y sólo fui herida.


sábado, 12 de marzo de 2016

CELEBRACIÓN













Hoy que es tu día
-o eso dicen todos los titulares web
la publicidad de las cremas antiarrugas
y de la comida ligera-
te como el coño dulcemente
como todos los días antes de la regla
y nuestros desórdenes hormonales
como este día
día 27 que según el horóscopo
encontrarás definitivamente el amor


huele a tormenta entre las sábanas sudadas
tal vez son las 4 de la mañana
porque hay un brillo en el cielo opaco
que empieza a alumbrar la semi penumbra
de tu pezón izquierdo que se ha  puesto chiquitico
cuando beso tu larga piel escondida
y mientras te lamo
(sé que hay colas en los supermercados
que hay colas de autos en la autopista
de ida al ministerio
que hay colas para el pan
que no podré comprarte el chocolate que tanto te gusta
para esparcirlo por puro placer sobre mi cuerpo)
sonrío porque has gemido justo
cuando hay más oscuridad porque he cerrado los ojos
para saborear profundamente
esta intermitencia de la muerte

esta pequeña sobrevida.

lunes, 18 de enero de 2016

ARIADNA LA MINOTAURO y su laberinto:






Toda su vida había soñado con escribir una buena historia. Cientos de horas malgastadas en garabatos, se decía. Los mejores relatos surgían en las sombras de su mente, justo en el preludio del sueño. Podía imaginar hasta el detalle las escenas de sus cuentos, sin embargo, le bastaba con querer transformar esas imágenes en palabras para que se esfumaran. Se podría decir que se amargaba diariamente por ello, y era la razón principal para que la mayor parte del tiempo se quedara pensando y nunca se pusiera a escribir. Santiago necesitaba separarse un poco de sí mismo, explorar la vida con otros ojos. 

Al principio, iba resuelto al encuentro de la magia que escondía la realidad, o eso pensaba, que la realidad tenía mucha magia por ser descubierta. Quería tatuar esa magia en las palabras, envolverlas del poder de la seducción, y a menudo perdía el rumbo. En esa cuerda floja de saber poner las palabras justas, perdía el equilibrio, su cuerpo pesado se desplomaba al suelo. Otra vez pesadumbroso, subía los peldaños de las palabras e intentaba sostenerse, dando manotazos, torpe, hasta que una palabra en falso y era arrojado una vez más al foso del sinsentido.

No todo eran caídas, en ocasiones tales caídas le daban la oportunidad de dar a las palabras nuevos sentidos. El dolor tenía el poder de devolverle a las palabras su más genuino origen. Con ese descurbrimiento era capaz de elevarse dentro de las palabras, reconstruir historias incompletas, darle un nuevo significado, embellecer las sombras sin eliminar jamás lo que eran. Hasta el horror tenía su belleza.

Una tarde en el suelo, semi inconsciente, imaginó lo que podía ser una mujer minotauro. Se remontó al antiguo mito de Ariadna, aunque en su historia, Ariadna era también el minotauro. La ascesis de Ariadna la habían llevado a ser todo, minotauro y laberinto. Ideó la forma de esa abstracción, todo lo llevaba al mismo sitio: la inexistencia.


Pasó noches enteras construyendo y deconstruyendo esa entelequia. Empezó a adorar la visión de una mujer minotauro que se devoraba a través de la complejidad del laberinto, que era su propia condición de existencia. Sus manos sostenían aquella verdad porque su cuerpo empezaba a ser consumido por aquellas fantasías.

Y así empezó a vivir como en un retorno sin melodía, la historia de aquel escritor cuyo nombre no recordaba que escribía en las paredes y comía las sobras que traía su casera. Creía recordar su nombre cuando en silencio se concentraba en los ruidos lejanos de su consciencia.  

Todo era en vano, Ariadna no podía desaparecer tragada por la tragedia de ser. En su historia Ariadna no moría por la mano de Perseo, ni se casaba con Dioniso. En cambio al igual que Aracne, era una diosa de la tejedura, construyó su propio laberinto de hilos, lo cual hablaba de su vida y la vida antes y después de la suya.

Ya no salía, el mundo desde esa distancia le antojaba odioso y regresaba a esa soledad alargada como una sombra en la desnuda tarde. Su soledad hacía de cristal de sus anteojos. Todo aparecía ante él unitario, desigual, rotundo. Apuntó, una noche, lo que pudo haber sido el final de su historia, que también era la suya. 


Ariadna convertida en minotauro había entrado en un sueño profundo antes de salir del laberinto que era su cuerpo, y que había construido con sus propias manos. En el sueño le hablaba su madre, Sémele, le advierte que a medida que avanzaba por el laberinto hacia la salida, estaba siendo devorada por su propio destino. Le aconsejó que una vez despertara y antes de llegar a la salida del laberinto, bebiera del Kílix el vino dispuesto por Dioniso, así ascendería a los cielos como la constelación Corona Borealis, regalo de los dioses por tejer el destino.


 


Santiago desde el suelo escribía en la parte baja de la pared, aquella maravillosa escena. Como si el mismo estuviera descibiendo su ascenso. Ariadna la minotauro bebió el contenido del Kílix, recuperó su forma humana antes de ascender, dejó a los humanos el arte de la complejidad, la virtud de la constancia y la sabiduría de saber cuando abandonar el éxito terreno, de por sí banal, por la ascensión del alma.


N.T.: *Estas últimas líneas fueron escritas por Santiago, con su último hálito. Sus huesos fueron encontrados a la salida del laberinto del parque, los que encontraron los restos dicen que los huesos aun conservaban trozos de carne.






miércoles, 23 de diciembre de 2015

MUERTE A OTRA HISTORIA DE AMOR


A Paul sobre todo
a María Eugenia porsia
Y se murió nuestro mejor amigo
su cuerpo diminuto yacía
en un cajón marrón
sin dios
tú te volcaste sobre una mesa de planchar
no sé
sin dios también
no por nosotras no por él

yo regresaba del dolor
con ojos lluviosos leyendo nuevamente a Thoreau
haciendo mi propia desobediencia
en el recodo de aquel bar donde metía mi mano
profundamente entre tus piernas

él se murió tú te habías muerto
en plena calle a la luz del día
en un parque para niñas autistas
él y nosotras antes
con libros en la sienes con más dolor en las cicatrices
de la infancia
que no terminaba en crecer estudiar aprender palabras
saber un idioma más buscar en el diccionario nuestros cuerpos
tan incomprensibles como la palabra nueva
conjugada entre arbustos sobre la hierba recién humedecida
por el llanto de los estudiantes muertos sobre la misma tierra
él se murió y tu olor a trementina inundaba la sala
tu sonrisa se escondía en un imaginario que agonizaba
detrás un barrio violento delante mi dolor por todo
por el ruido despaciguado de un mes pleno
yo temblaba por los rincones su familia éramos tres o cuatro
poca plata para el entierro nadie o casi nadie lo conocía
tanto como para saber que moría y sería reducido
esparcido por la tierra donde tu cuerpo gimió
contra la tierra y junto a la estatua de la mujer que lloraba

así es la muerte nadie dijo que sería así la muerte
enero y luego el resto del tiempo
sin leernos las cicatrices
y él no pensó en el último instante solo no vio más allá
tus ojos no vieron más allá
no vimos nuestros cuerpos obnubilados sobre la calle rota
sobre su cuerpo pequeño descompuesto con la boina de parís que le regalé
más bien un libro de horas que rezamos juntos las noches pluviosas
cuando ya no estabas como él ahora que se pinta en óleo sobre la tristeza
que es una piel blanda que busca una tela tersa mis paredes sucias

cada quien en su foso
te entierro en lo profundo de mis huesos pulverizados
por la inocencia que ya no está su inmensa palabra ya no está
no estamos sino en las fotos para la memoria que dice que amó
que dice que amamos el vino las fotos las sonrisas el amor el sexo
el sexo tu sexo en el automóvil como la plaza donde me dejaste
la calle entera para nosotras y luego el orgasmo la poli el escenario donde te cantaba
canciones de edith piaf chavela y metía mis dientes en la falda larga abierta en la pierna zurda
que tienes tu mano zurda en mi vientre los leones gritando en el estadio las luces sobre la alfombra
de tu auto recién robado el vómito en la acera tu sonrisa desde la sombrilla llovía
llovía cuando su cuerpo ya sin vida pero llovía en sabana grande con los autómatas
bajo los techos grises compraban cosméticos en la farmacia y no pastillas
solamente una cosa lucías hermosa de negro la tristeza raya en azul de los ojos de mi ex loca que quiso matarme porque decía que yo era muy inteligente y sabía sobre vih para la cura de su hermano que murió sin encontrar la calma bajo las sábanas calientes con el dolor anegando sus huesos pero tú yo seguimos hurgando las heridas los pozos de memoria de la infancia matando la infancia
con el deseo soslayado  de otra piel otras caricias el amor con sus deformaciones que no enseñaste
en el curso de filosofía a decir perdón porque amaste y amaste hasta causarnos vértigo debajo de la luna entre las sábanas y las cartas que te escribía justo antes de preparar el café de la mañana y un ramo de hortensias de colores sobre un jarrón que no le pondremos a él porque sus cenizas están en mi boca y tu boca que besaba amando amando la dulzura de la vida que ya no tiene la lozanía
de las hortensias en la mesa de la casa donde amé y él se quedó rezagado en el miedo de morir de poseer que es lo mismo para alguien que ya no recuerdo porque recordar los detalles de tu cuerpo abierto sobre la mesa donde las hortensias se secaban y cantaba a la noche pluviosa cuando había y cuando ya no estabas  cantaba con él leyendo el libro de las horas y a Osip devuélveme el tiempo que ya no estás en él y él ya no está en él y cantaba la rayuela que pude leer cuando no estabas y como no sigues estando sigo leyendo y él tampoco está y mi tesis es sólo una tesis de lo que nunca acaba porque la herida del amor siempre muerde y me muerde y repito abecedarios releo a Arendt sin poder terminar porque la muerte porque la muerte porque la muerte

tú inescindible de la muerte diría para la muerte
y con él muere nuestra historia de amor.


viernes, 18 de diciembre de 2015

LAS PRINCESAS SAUDÍES: PRIMERA PARTE:

http://blogs.elpais.com/.a/6a00d8341bfb1653ef01b8d1833bea970c-pi
Sahar, Maha, Hala y Jawaher,

Él las veía desde la esquina de la habitación apoyado en la cómoda mientras bebía su coñac. La princesa Alanoud trenzaba el cabello azabache de Maha. Las demás reían jugando al backgamon. La princesa Alanoud estaba un poco nerviosa, las manos le temblaban y Maha, la mayor de las hermanas, lo sabía, sabía que ese temblor se lo producía aquel rey destronado que se paseaba con un coñac en la mano por las habitaciones del caserón, vociferando, a veces callado y violento. La princesa se inclinó hacia el ventanal para mirar mejor la clineja que acababa de terminar. Maha se levantó del piso sujetando su larga falda, su madre se quedó allí tirada entre los almohadones, viendo hacia afuera. La brisa marina se colaba por las rendijas de la ventana.

Maha adoraba su piel blanca que resplandecía por la luz opiácea que entraba por el ventanal, amaba la piel lechosa de su madre, sus largos dedos paseándose por su cabellera, su amable sonrisa y el destello de inteligencia que pasaba por su mirada detenida en cada detalle. Sahar no era su hermana, su padre la había llevado muy pequeña al caserón y nadie había preguntado el por qué, todas la recibieron como una más. Siempre tuvo mucha afinidad con ella. Cuando Sahar cumplió 8 años Maha le regaló un cuaderno empastado con delicadas florecillas y hoja secas que recogió del campo, pintó la piel de las tapas con una pintura que su madre le había traído especialmente y con la palabra "eaqaba" fue adornado meses antes de su cumpleaños. Recuerdo que le gustaba mucho escribir palabras en un cuaderno bastante desecho. Busqué la forma que mi madre consiguiera otro para mi, uno de hojas blancas y grandes. 

Su padre que no era muy dado a los regalos, le llevó el envoltorio. Maha esperó a que todo el mundo se fuera a la cama y esperó a Sahar en el jardín nerviosa. Sahar llevaba el cabello recogido en una cola larga que bañaba su espalda de largos rizos. La noche era oscura y el aire fluía suave entre los arbustos, Maha no sabía por qué se sentía así en esa espera a Sahar si era como su hermana, aunque no lo era, se decía. Sahar apareció frente a ella sonriéndole y le dijo, nuestro padre se enfadaría si nos ve a estas horas aquí. Maha le sonrió, la luna había salido por los ramales, tenía 4 años que Sahar, era más alta, le tomó de su mano y le dió un beso en la mejilla, feliz cumpleaños Sahar, esto es tuyo. Sahar quitó el envoltorio con delicadeza hasta llegar a una tapa azul como el azul del mar, con pequeñas hojas y ramitas, adentro en la primera hoja una dedicatoria: el mañana nos une con sus hebras, eres mi hermana, mi sangre, el hilo que nos lleva hasta el mar. Escribió en ese cuaderno hasta los 11, después de la escuela se sentaba en el mismo jardín donde Maha se lo había regalado. Aquella noche Maha había cambiado el corazón de Sahar que había jurado no amar. Súbitamente algo había cambiado, aquel gesto la había transformado profundamente. Seguía escribiendo sobre su madre, y ahora le escribía secretamente a Maha. Maha estaba ya comprometida desde el día de su cumpleaños 8 a un príncipe mayor. No entendía que para sus 11 años y Maha con 15 años ya se iría.

El rey lo había perdido todo. Su coñac era el único consuelo, una costumbre que había adquirido en sus años fuera de Arabia. Un día se paseaba por las habitaciones de sus hijas, la princesa Alanouh lloraba en la pieza donde había sido relegada por rechazarlo en una de sus últimas borracheras. Cuando estuvo a punto de pegarle a Jawaher por no darle un beso, Maha que estaba observando en la penumbra de la puerta lo detuvo, padre, es hora que te retires a tu habitación, él la abofeteó, Maha contuvo su furia por no devolverle aquella bofetada, todas las niñas despiertas y aterrorizadas la sintieron como a un ídolo y desde ese día, hacían caso a sus palabras, ya no le guardaron rencor por ser la preferida de la madre, sostenían su cesto cuando las mandaban a recoger frutos y Maha se quedaba bajo el árbol de la vid leyendo a sófocles y a Damocles, no lamentaban el interés desmedido de Maha en Sahar, cuando posaba para los supuestos retratos que pintaba al carboncillo Sahar para ella y los conspicuos insectos iban en su busca. Maha la mayor de las hermanas se había ganado el respeto de los hombres que reinaban en el caserón. Un buen día ya tarde, uno de los hombres del rey se había quedado hasta tarde recitando poemas para una doncella de la cocina. El rey pidió que Adolfo lo acompañara esa mañana a una búsqueda y captura en el pueblo más cercano, aquel no se presentó y Maha dió un discurso al rey ese día que se fue solo y desganado hacia la playa más cercana. Desde ese día, todos los hombres en recuerdo de aquel momento le llamaron la retórica, Maha la retórica, y la ayudaban en todo cuanto tenían a disposición. Fueron los que la sacaron años después en barca hacia Francia, una vez muerto el rey y el trono pasado a su hermano Adolfo. 

Sahar paseaba lo más cerca del mar que podía. Maha lo sabía y como recibía clases en casa desde que estaba comprometida casi no la veía, así que un buen día, exponiendole a su maestro de pintura que debía pintar el cielo bajo el mar consiguió que aquél la llevara cerca del mar. No se sabe muy de qué artes se valió para ver a Sahar a quien no veía en mucho tiempo. La miró con el cuaderno que le había regalado el día de su cumpleaños. Sahar que estaba completamente metida en sus pensamientos no la vio venir. Maha le dio otro beso en la mejilla, como cuando eran niñas. Ambas habían crecido, Sahar llevaba el pelo suelto, la brisa marina golpeaba aquellas mejillas morenas. Se sonrojó al ver a Maha más alta que ella de frente con sus ojos negros brillando a la luz del sol y bronceada. Ambas frente a frente quedaron en silencio. Maha que no podía contener su emoción, le habló del cuaderno, Saha lo escondió detrás de sí, como había hecho en otras ocasiones. Qué grande estás, le dijo Maha. Sahar se incorporó un poco apenada aún por su rojez, sí, le dijo, ha pasado mucho tiempo. Quería verte, no sabes...y Sahar nerviosa le dijo, lo sé, también he querido verte...pero siempre estás tan ocupada, tan lejos Maha. Maha escuchó por primera vez su nombre en aquella boca amada y tuvo ganas de besarla pero se contuvo. La tarde espesa entre la arena y su cuerpo delgado rompían con la igualdad. Se contuvo de no besarla y decirle lo loca que estaba por verla. Le tomó la mano, abajo el maestro le gritaba algo que no alcanzó a escuchar. Ya era hora de irse, ya era hora de dejar a Sahar. Sahar se perdió en el fondo de la noche que se tragaba al mar. Apenas pudo decirle te quiero cuando el mar arreciaba en la noche cerrada, sin luna.

sábado, 28 de noviembre de 2015

ESTA NOCHE, TU CUERPO

Esta noche
quisiera una mujer blanda
como una nube
una mano que me traspase
traspasando el conjunto de mis horas
mi cuerpo desarticulado
este recado sin dueña que soy
la mañana sobrevenida que acontece en la madrugada

quiero esta noche
una mujer
que abrace la pura eteridad
de mis huesos
que rodee la noche con su olor a luna
con la sangre de su cicatriz
y al leerme
tenue
llena de calles
de renuncias
de postergaciones y miedos
se mantenga imprecisa
como al cruzar una calle
sin saber a donde ir.

ESQUIZOFRENIA POÉTICA: no es estar en dos lugares mentales a la vez, es vivir de lleno en la poesía y alguna vez sacar la cabeza.

Busco en la lista de enfermedades mentales
este tipo de locura
sé que padezco de cierto tipo de esquizofrenia
esta división de raíz 
entre
la intermitencia que es también un corazón
que fluye
este estar alerta y en consecuencia
obligarme a actuar
en la disfuncionalidad del día
como un ser que respira
que adivina palabras que están en el diccionario
y casi es buena en la tabla periódica

y ese emocionarme leyendo la poesía que conmueve la memoria
de lo irrecuperable
llorar despacio sobre las horas extendidas
donde no existe
el cloroformo
la máquina del amor chirriando
los adeptos al opio del mueble
de la tv y la cerveza

este pasar el día en la memoria
habitación con todas las ventanas al mundo

padezco de la esquizofrenia de vivir
en la parte de mi cerebro
que imagina
que lee palabras en las miradas
y respira el tiempo
sobre una lluvia de cabezas
y que se asombra en medio de los árboles rasgados
y bebe su vino mirando a la mujer que camina
detrás de su cuerpo
mientras escribe.



miércoles, 4 de noviembre de 2015

¿QUÉ POESÍA ERES?

No sé qué tipo de poesía quiero ser
esa que se lee al fondo de la mesa
detrás de las estanterías
de las gafas
con sillas cuadriculadas que intentan escuchar
la "h"
con gentes que caminan distancias cortas
con sombreros que cubren los árboles
porque el poema dijo
calle
dosis
porno
y alguien recordó la última campaña publicitaria
de sus zapatos



no sé si quiero leerme en una audiencia
que quiere fumar
hacer el amor
acariciar al gato que mueve la cola en la ventana
mientras digo
"la política sabe a tu sexo después de "

y abandonar el fondo de la librería
el susurro de la noche blanda 
para hablar con ojos  bocas  y manos
que ya no arden 

cuando quiero estar al fondo de la librería
mirando a la mujer que quiero
porque la mujer que quiero me lee
y no hacemos el amor
hacemos la poesía
(la poesía es lo que se hace cuando dos mujeres se aman)

y tomar un sorbo del licor que han puesto en un vaso
y leer en voz baja a Rilke
un verso pequeño de Marina
decir "50 eneros"
decir "Lou"
y regresar sola a casa con la piel embadurnada de lunas
y sentirme maravillosa.


martes, 3 de noviembre de 2015

NO ES LA CARNE

Nicoletta Tomas Caravia
No es la carne
es como miras

no me agobia el cuerpo
es el peso del pensamiento 
intacto de siglo en siglo

es la ciencia que descansa sobre la metafísica
tú eres mi cuerpo
el otro no es su cuerpo


no es tu sexo en sí
es el sexo ideal 
el que pesa llevarlo abierto
en medio del cuerpo
que ya no es mío

ya no duelen mis dientes
mis ovarios
estas manos de mujer que 
no podrán cambiar
los objetos de su sitio


Marta Orlowska













mi cuerpo no será
ese principio o ese fin


en esta visión de miedo
en este terror de la carne
con las neuronas saturando los ojos
envolviendo la lengua
este fin no es el fin

si tan solo pudiera ir
Marta Orlowska
más allá de mi boca.

sábado, 15 de agosto de 2015

Interpretación de Smells Like Teen Spirit


Tuve amigos
que no me disparaban
hacían el amor conmigo

y eran tan pobres como yo

venderse unos a otros no era opción

conseguimos crecer
y amar
pero siempre fuimos raros

cuando crecí
me sentí estúpido sin ellos
pero seguí caminando
con el recuerdo de lo que fuimos

hoy lo raro y lo estúpido es lo que está a la moda
pero me siento genial

ven bésame
estoy de moda
no lo sé
pero bésame
que el tiempo se acaba
y somos ahora
hermosos.


QUÉ SUCEDE

  A Josephine, mi otredad Qué sucede cuando sientes una conexión tan intensa que el otro se va, cuando se sienten los corazones latir en las...