miércoles, 1 de julio de 2020

CIUDAD DE TIANJIN:




"Mi tiempo aún no tiene límites:
Yo acompañé el éxtasis del mundo,
Como la música sordina del órgano 
Acompaña una voz de mujer." 
Osip Mandelstam



Tianjin se pronunciaba mirando a través de tus ojos
el cristal oscurecido del cielo 
desde una habitación de hotel 


Pasamos como alumbradas por el sol 
ardiendo en las formas pasajeras del deseo
desfiguradas contra la ciudad
anidadas en sus formas circulares
entre techos rojísimos y columnas de dedos
que recorrían fugaces la noche 
el cuerpo de la noche abierto como un barrio insomne
que tu boca que fumó sin pausas 
acicalando el filo de mi aullido


Toda yo fui ciudad
Tianjin la fría ebriedad de mis ojos
fluyendo en tus humedades
Tiajin la hoja derramada de mi pecho
el largo río amarillo que me ahoga

temblé hasta desaparecer
debajo de tu piel tendida como una sábana oscura


Tiajin 
ciudad y mujer 
vientre henchido de agua y fuego
río que fotografió mi pecho abierto
 

Tianjin no volveremos a ver nuestros rostros en tu quietud
ni a dibujar en las ventanas tus venas hambrientas
el amor se deslizará entre los sauces llorones besando el agua
en su fluir mortal de mi sangre hacia su pecho.








martes, 22 de octubre de 2019

EL URÓBOROS

Gritó y su grito estremeció a las libélulas. Eso que había estado acumulado en sus tripas o que era el contenido de sus tripas, salió como un eco siniestro de la caverna. Se sintió mejor aunque un poco asustada. Aún no podía cuestionar pero puso nombre a la incertidumbre. Continuó trazando con una piedra el ritmo de sus latidos, pausados, cuando recostaba su cabeza de la caliza inmensa que usaba para cerrar los párpados, rápidos, cuando los cuerpos oscuros y altos la traspasaban.

Dibujó su sexo, diluvio claro, tibio, que era su centro y el origen de otros sonidos. Ese primer grito, gestado por miles de sensaciones contenidas, sería el primer símbolo de su jeroglifo, se llamaría a y significaría infinito (∞). Continuó explorando en el firmamento y en la tierra los misterios que entrañaban lo que le rodeaba. El segundo grito sobrevino de un sueño. Corría y tras sí, un grupo de cuerpos oscuros la atrapaban, gritaron desde adentro como ella lo había hecho y había comprendido que su tiempo de observar y anotar había culminado. Despertó con su propio grito, ahogada, y otra vez en sí, pensó que aquello era un presagio. Anotó el símbolo (Ω) y le llamó omega, fin de todas las cosas. 

Así imaginaba los márgenes de ese pedacito de mundo que habitaba. Una línea dividía en torno a sí, lo otro, hasta los animales en su corporeidad tenían un fin, aunque dentro de ese fin fueran continuos. Este nuevo jeroglífo que tenía asignado un grito llenaba viejos vacíos a los que se veía sometida constantemente. Su hambre no era saciada con este último descubrimiento, buscaba dentro de sí misma los orígenes de aquella voz que lograban habitarla hasta después de apagada entre las piedras de la caverna. La luna se asomaba entre las grietas de su cueva, alumbrando apenas un trozo del primer símbolo descubierto. 

El viento dispersaba la arena, un grupo de nubes taparon rápidamente aquella luna amarilla. La lluvia caía salvajemente sobre los árboles, un ruido de animales asustados bucaban refugio de la tempestad. Sintió miedo, un temor desconocido se había apoderado de sus miembros. Temblaba y los dientes chocaban al mismo tiempo que su cuerpo sufría espasmos. El agua empezó a inundar su refugio, trepó alcanzando una laja en lo alto de la cueva, lloró aliviada, pronto la lluvia amainó y se sintió más segura en lo alto.

Apenas se acordaba de la noche anterior, no obstante, todas las emociones que hubo experimentado tenían un nombre o varios símbolos. El miedo lo sintió como un presagio. Dibujó en las lajas del fondo, criaturas sacadas del lecho oscuro de los sueños. No reconocía sus rostros, éstos se encontraban siempre cubiertos con mantas largas, apenas un brillo denso se asomaba entre las mantas. Pronto descubrió que sus jeroglifos no eran más que una réplica de aquellas sombras que se dibujaban algunos días dentro de su cueva, las mismas sombras que la seguían en sus sueños. Un espasmo recorrió la delgada espina que se extendía hasta el nacimiento de sus nalgas. Sintió curiosidad. ¿Qué eran aquellas sombras? ¿Qué había en el exterior donde habitaban?. Esa noche no pudo descansar. Las sombras eran tan altas como su cueva, la llevaban alzada con los ojos vendados. No podía oír si no murmullos que venían de las mantas. Se detenían y la arrojaban por una pendiente. Despertó con el terror en los ojos, sentía el cuerpo pesado, la boca estaba seca. 

Dibujó en la laja de los sueños un círculo, el uróboros. Sintió que aquel sueño, fue vívido. Tenía marcas en el cuerpo. Empezó a querer dominar sus propios sueños. Caminaba en círculos al caer la tarde. Sntía como las sombras con sus ojos brillantes la observaban a través de millones de párpados que no dejaban de abrir y cerrar cada vez más rápido. Entonces imploró a sus dioses por su salvación. El fuego amainaba por las ráfagas violentas que entraban por la puerta de la cueva. La soledad le pesaba ahora que conocía una forma de comunicarse. No sabía cuánto tiempo había estado allí. No sabía si era capaz de hablar. Apenas recordaba algunas palabras. Pero sí aquellas imágenes, el principio, el fin. Su cuerpo delgado aún no cabía por las ranuras de la cueva. Gritó extenuada, tenía las manos destrozadas, los pies rotos, pasó su lengua por las comisuras de sus labios y estaban agrietados. Recordó que las sombras no podían hacerle daño, aunque luego lo dudaba y venía una acceso de pánico.

Intentó dominarse y dormir. Un pequeña sombra que se hacía más alta había ingresado a la cueva. Ella creía estar a salvo porque no cabía por esa diminuta ranura. Trató de defenderse, pero las fuerzas la abandonaban. Un coro de voces mururaban "uróboros". Otra vez muchas sombras la alzaban por encima de aquellas sábanas oscuras con ojos secos y billantes. Caminaban en círculos, la subían y la bajaban como en una danza acompasada por aquel nombre. Al principio no entendió cómo podía salir de aquella cueva de noche si de día su cuerpo era tan grande  y grueso  que solo lograba lastimarse. Intentó abrir más los ojos, que la escasa luz que salía de unos tubos le permitieran ver qué pasaba. Gritó, y la oyeron. La pusieron en el medio del círculo de sombras, murmuraron "Aleph". El terror blandamente se apoderó de Yek, intentó pararse pero no pudo, sus piernas habían desaparecido. No pudo palpar su cuerpo. Una fuerza la ataba al suelo, dominando el éter. Gritó por segunda vez. Su voz arrasó con el silencio del círculo. Aquellas lámparas encendidas de un amarillo potente, en lo que se habían convertido los miles de ojos que se cerraban y abrían a una velocidad increíble, se cerraron. Murmuraron nuevamente algo, esta vez ininteligible. Del suelo se levantó su cuerpo, con la tierra y las piedras, su cuerpo que ahora no dolía, que ascendía sin ningún peso. Entonces miró hacia abajo y las sombras también se elevaron a su altura. El cielo centelleaba de vez en cuando. Las sombras murmuraban a un ritmo simbiótico, en una lengua incomprensible, algo que entendía como un "ommmmm". 

Miles de ojos se abrieron hacia el firmamento.Yek también se había convertido en una sombra, el éter soplado por el viento a través de la grieta de lo que ahora era su hogar.

viernes, 2 de agosto de 2019

La dermatóloga: Juro por Apolo médico, por Esculapio, Sigias y Panacea y pongo por testigo a los dioses y diosas...

La dermatóloga


Sé que he superado esa herida que ves en mi seno izquierdo
cuando al hablarme de la piel y dices dermis al tocarme justo en el plexo mi voz se quiebra y digo que hace frío
en el consultorio o me pongo a hablar de la anatomía de la noche
con sus bandas de malandros y los abastos que abren apenas una ventanilla
para venderte esa felicidad tinta carísima y celestial que me ponen los ojos rojos
y la voz caliente ya nos distrajimos dices y al otro lado de la ventana en aquella clínica
alguien muere tu mano se desliza desde mi plexo hasta mis lunares cancerígenos
o no tu boca sonríe tus labios se mueven hacia dentro hacia fuera donde mi pezón es un animal despierto un bicho moldeable voraz que se posa por primera vez entre tus dedos
ríes y me invitas a comer a tu casa tu madre preparará pollo asado y arroz
cómo te llamas pregunto en voz baja
regresas a ti como después de un largo viaje
recitas el juramento de hipócrates en silencio
no puedo lavar mi seno no puedo borrar tu tacto
como aquel muerto entre paredes blancas y frías
y la ciudad desplazándose como las horas como tus manos
sobre mi cuerpo tardío.

viernes, 24 de mayo de 2019

Con los dedos








Amé con la punta del pulgar
en lugares imposibles
en cada ciudad detrás de casetas telefónicas
en puentes y ríos sagrados
en mcdonals con menús de pollos picantes y helados de té verde
en hoteles fríos con humedad en los labios libidinosos
amé la consistencia de la piel híbrida al tacto
tu cicatriz en la espalda 
entera hasta el desgaste lunar de la raja de tus glúteos recién hechos
el estribillo que cantabas cuando volvía tu esposo con la llave de tu habitación de hotel
tu primera vez en mi lengua tu primera vez en cualquier lengua
con cartas que iban y venían para decir te quiero
amé en París tu lengua en mi cuello a las 7 de la mañana en la gate 407
cuando la mañana se asentaba en la cama con mis huellas desprendidas
tu beso cálido cuando el semáforo cambiaba a verde aquella noche de febrero de 2004
el perfume de la noche y el lunar de tus senos que dividían la vida en sueños e insomnios
amé tu ojo verdísimo tu crudos mapas de asociaciones incrustados en mi plexo
 el sabor del chocolate amargo después de hacerte el amor el tabaco mentolado 
la hierba húmeda el reloj de la UCV marcando las diez en un día soleado y tú
tú caminando por la hierba comiéndote la hierba venerando la hierba
amé lo impalpable
 en Madrid Beijing París Caracas
amé los diferentes cuerpos suaves o extensos con los que apareciste
y desapareces.

viernes, 16 de febrero de 2018

INSTRUCCIONES DE VIAJE

Al partir de viaje se deben llevar las maletas vacías de todo prejuicio contra los aviones, el color del cielo, la temperatura de las hojas, el sabor de los besos, el olor de los insectos si es verano, el movimiento bipolar de los ríos que tentativamente pueden cruzar ciudades.
No es imprescindible una destreza de movimiento corporal para situarte en un país extraño. Basta con tomar un aeroplano de dimensiones ocultas y tratarlo como si fuera un aparato de escala mínima que cabe en tu bolsillo. De manera que tú no estás volando dentro del aparato si no que tu cuerpo desplaza ese pequeño aparato volador en el lugar del sueño. Volar entonces es un acto pluridimensional, irreductible, mágico, que acaece en alguna parte de ti mismo permitiendo que el vacío producido por algún tipo de suspensión en el aire sea más bien un gesto que hacen tus manos seguido del resto de tu cuerpo.
Otra cosa imposible de olvidar es llevarte tus ojos. No la cámara de tus ojos. Llevarte un buen par de ojos para apreciar las pequeñas letras en los buses, las señales en los aparcamientos solitarios, los anuncios de las fiestas recónditas que suceden lejos de los turistas, la lenta aparición de la luna detrás del humo y las luces que van transformando lo extraño en extraordinario. No olvides tu ojos de mirar para no pisar las sombras de los árboles que esconden la maravilla de las múltiples formas que adquiere la noche, los pájaros que duermen cerca de las avenidas y que miran taciturnos el beso de los amantes. No hay que perder de vista los caminos de tierra que se abren cerca de los ríos tragados por el polvo y descubrir al fondo un cuerpo tallando sobre la piedra la forma del aire.
Amor, llévate tus ojos desnudos del cactus ebrio que reposa en tu tierra natal. Llévate los ojos que aguardan dentro de los dedos que tocan la sustancia de los míos mirando. También hay que llevarse el río interior para fluir encima de las noches y los días sin calma, cuando buscamos el aliento de los sauces y solo hay lágrimas en su orilla. Llévate poca ropa . Anda descalza sobre el caliente abrazo de la tierra. Llévate la piedra y ponla en un templo para que arda en la antigüedad de un miedo ajeno.

Y cuando ya no encuentres nada que sacar de las maletas porque sea el polvo parte de la memoria viviente de lo que fue. Cuando los zapatos hayas perdido y el corazón desnudo de ella pase lentamente sobre el amasijo de lo que eres. Cuando sobre tu cuerpo pase algo parecido al movimiento del río que finalmente sientas vibrar a golpe de aire y eco. Cuando tu cuerpo resuene en la noche fina, vital de los animales que sueñan con la ternura del color que todo lo funde en uno solo. Cuando la capa endeble que recubría como vestidura la transparencia de tus ojos caiga y caiga la ropa, el sombrero, una postal, un anillo, una palabra que retumba con tu voz,  caiga la hoja de tu pubis profundo, y  la alteridad de tu cuerpo despojado acaricie la noción de estar fuera de todo tiempo y espacio. Cuando la ciudad empiece a parecer circular. Y las formas de la voz entren punzantes por todo lo que significas. Habrás empezado el viaje.

Por AJRD

POSTALES DESDE SHANGHAI


Notas Básicas de Shanghai

caen desde los techos tus ojos ahogados
los cuerpos de las postales abrazados
en un fuego hambriento
dos mujeres de shanghai disparadas entre mojitos de fresa
y relojes dibujados en papel de hilo
quién eres

compré una postal en el barrio de los mojitos gigantes
un perro tatuado posaba delante de la tienda de los retratos
tu piel de avión sobrevolaba la noche como un incienso
compramos souvenir a diez yuanes
pedí un cigarrillo en la entrada del local
una francesa del sur cantaba ne me quite pas
escuché a Nina Simone retumbar entre las callejuelas de la noche
un gato acariciaba sus mejillas en el filo del techo corroído
fumé mis mejores cigarrillos esperando
que se abriera esa grieta que dibuja la noche en los cuerpos heridos
o tal vez que apareciera entre los retratos de esa tienda
tu rostro pintado de escamas que alumbran la noche

ahora hablo con los huesos del amor
la postal cubre un libro de Lempicka
no puedo romper ese diálogo
la mermelada ha cubierto todo el insomnio
déjame andrógina en un vaso congelado
tú no eres más la pecera circular
la bocina que descubre a Janis entre platos de arroz

pero rebosamos de tristeza

Janis canta ahora en la ciudad de madrugada
estoy en los canales de Shanghai y una luz tenue de bombilla
alumbra nuestro beso
entro en la habitación y llueve sobre las líneas blancas de una carretera sin nombre


LOS PERROS QUE SONREÍAN








Los perros locos mordían la cal

vendimos hasta el último libro
porque no cabían en la maleta 
pero dejamos el amor
todo el amor por el polvo que se esparcía como la cal
sobre nuestros rostros
dejamos el amor que sentimos por el lenguaje
de los taxistas
la palabra escrita nos la sabíamos de memoria
sus conjugaciones formales el del cuerpo ebrio
la salvaje reunión de la forma circular de una teja
y el letrero de bienvenida en inglés
comimos el destierro desenfrenados
alcohólicos en la ciudad de la sed

un edificio aquí la piel en cada hoja
enamoramos a las chinas con los ojos acicalados de tormentas tropicales
y redondos como la luna que se ocultaba detrás del hotel

desde el último piso abrazamos la calle extensa que unía
el río subterráneo y un mcdonalds que vendía pollo picante
para desplazar la destreza que producía amarnos locamente
por las avenidas con nombres de antiguos reinos
no supimos nunca sobre el silencio que se colaba a veces entre los autos
dejando pasar una gota de deseo antiguo

los perros leoninos pisaban una bola
y a veces un cachorro adormecido de tanto licor de arroz
sonreía bajo el cielo nublado de mis ojos ebrios
buscaba el color azul enterrado en la última caricia
pero nunca maneció
porque la luz vestía de tu piel

luego
me invitaste a saltar al lago artificial con peces rojos
la marea recrudecía a lo lejos los flashes
y la sonrisa de niños libres de bailes puritanos
no entendí la señal del baño
éramos gusanos del trópico acostumbrados
a la sensualidad del papel y el espejo
entonces salté
como desde la botella a un sueño
donde las paredes se alzaban para vernos nadar
con la desnudez del latinoamericano
con la pausa en las bocas adormecidas de tantos grados de alcohol

pero la noche venía
en forma de mujer
con su ojos
y saltamos el último río sobrepuestos y al revés
íbamos hacia el sur
siempre hacia el sur
creyéndonos reinas de la nada
barajando la fortuna en las pistolas de agua
y los peces naranja que recién habían conquistado el Atlántico

los perros siempre sonreían en su maldición de estatua
y las hojas cayendo a través del infierno del irremediable deseo
posado en edificios de bancos y centros comerciales
muy cerca del río

bebíamos los carmines de los letreros
nadie sabe de esta pasión de beber el agua de las flores anochecidas
de transitar en julio por tu espalda
como una avenida congestionada de Caracas a las 12 del meridiano universal
y bebíamos puchinis y mojitos a espaldas de la resurrección de los muertos
con jabones y pasta de dientes en la maleta de huida

no leíste la última dedicatoria de la noche
el río de balas resbalaba codiciosamente por mi boca
te di la última respiración de la ciudad
la roca me la traje dando vueltas a todos tus lunares
techos blancos y oscuros que se disipaban cuando caía la lluvia
y corríamos hacia ninguna parte con la felicidad de no saber del futuro
en ese momento te amaba
amaba
como caía la noche en tu ropa mojada
en tus manos que atrapaban el ruido de mis manos solas
para echarnos a andar sobre un pedazo de tierra
que nos expulsaba hacia el piso 19
o hacia el cuerpo duro de una cama saturada de lunas

pero estábamos muy lejos de la ciudad que contenía el polvo de nuestros cuerpos
muy lejos de la tierra
y los perros continuaban sonriendo
atravesando todo este amor
sabiendo que no obtendríamos la noche
ni el resguardo de la sombra
ni siquiera el misterio de buscarnos nuevamente por las calles.

sábado, 3 de diciembre de 2016

Paralelepípedo: A veces puedo verme en ti cuando hago ecuaciones.

Lita Cabellut

Creí ser inteligente precipitándome sobre la esfera
el mundo es perfecto 
una esfera perfecta
una retina 
el agujero del volcán a punto de explotar
la manzana sin caer
ese niño que traza trescientos sesentas grados sobre el papel
el sol completo sobre el mar
el alma llorando
la lluvia cayendo
quería decir el aullido redondo
Lita Cabellut
la fatalidad sobre la espalda
el sonido del rap a través de la noche
una taza de café
los ojos cansados mirando la desilusión
el sufrimiento en la intemperie
las voces que se pierden entre las hojas secas del bosque
la rueda oxidada de aquel parque
la gota que cayó en la acera justo cuando se la llevaban
el mundo que gira
el compás del chico que dibuja
el rostro del que reconoce el sufrimiento
Lita Cabellut
el retorno que empieza en el cuerpo
la luna grande encima de la verja
el grito de los grillos que sólo pueden cantar
y la lluvia que sigue cayendo en la calle
entre las ruedas del camión
y la boca abierta alucinada
y el aro gigante que rueda multicolor cuando la eternidad del sufrimiento sucede
y la ilusión que es redonda porque siempre regresa intacta
para otros
la boca de la barquilla helada
el hueco de tu corazón que estremece la luna redonda sobre el mar lejano.

Violonchelo en la noche raída: Ya no soy. Un fantasma ha carcomido mi cuerpo.



Me duelen las muñecas
de niño era duende
irreconocible
aquí estoy con mis ojeras de toys
con mis rodilleras de mariposa

no puedes remendarme
amo esta rotura
que la cigüeña te libere
enséñame a navegar por las ligeras aguas de la libertad

cuando tenía consciencia mis pechos aún no crecían
entonces era Adán
un puberto en la selva del conocimiento y la belleza
quería delinear mi masculinidad con pintura roja
pero mis manos no eran suficientemente diestras
solo pude alzar la piedra
el cobalto hasta tus ojos claros
bañar mi cuerpo con partituras de vómitos
mi sexo siempre estuvo atado a la literatura
al deseo del otro

tus besos fueron el perfume salvaje de una adolescencia permeable
el saberse solitaria entre sonrisas blancas esculpidas en la noche
la caparazón adversa
te amaba ya
con tus libros en la cabeza
pero habían mariposas en la piscina
y agua en el fondo del mar
no me reconocerás hoy
soy Adán
un hombre que recuerda quién eres.


sábado, 19 de noviembre de 2016

LA MARIPOSA MUERTA EN EL ESTÓMAGO

Amo
quién eres

pregunto porque tu cabeza se sale a veces
eres una muñeca que permanece en silencio
mientras es interrogada por la curiosidad

tu boca es este temblor
un noser

toco la punta del aguijón
lo sé
el azul del fondo de la piscina y el azúcar
neutralizan la suavidad con la que la piel redime la sensación de la muerte
quién es Poe quién es Woolf
no sabría responder

qué es esa forma de mirar al fondo
no entiendes
duele
como si caminando en la noche
el amor doliera menos.


QUÉ SUCEDE

  A Josephine, mi otredad Qué sucede cuando sientes una conexión tan intensa que el otro se va, cuando se sienten los corazones latir en las...