viernes, 28 de marzo de 2025

180 GRADOS PARA AMAR: A ti que le temes a los aviones, a mi que le temía a la tierra...






Los aviones no se caen, decían las aeromozas con una botellita de vino en cada mano.

La violonchelista se reía de sus pensamientos matemáticos sobre el amor.

Regla de tres para el estudio de las ganas un sábado por la noche.

Sobrevolamos el Atlántico con fiebre por miedo a la resistencia de la ley de atracción donde un cuerpo es imantado por otro cuerpo hacia la destrucción.

De vez en cuando nos veíamos entre los asientos y por encima de las cabezas de todos los tamaños.

Seguramente ya nos amábamos, dijimos después. Ya era improbable olvidarse que los aviones se caen como si la cuerda que los sostiene temblara sin ninguna resistencia a esa ley que dice que tú y yo haríamos una cruzada elíptica sobre la tierra solo para caer.

La mexicana interesada en Andrés Caicedo que se pasó de asiento por mi petición me hablaba al oído de Burroughs. 


Y de vez en cuando, del fondo de la cabina donde íbamos a buscar las botellitas de vino francés, aparecía William Lee sosteniendo su máquina de escribir con una mano y en la otra un papel con una frase: el amor es un bicho que espía lo que eres. 

Y se ríe cuando me sirve una copa. Tú también me observas desde el puesto 49. La azafata se ríe y dice: s'il vous plaît votre siège y toma conmigo notas de Strawberry tea o vino tinto aguarapado por la distancia que hemos tenido que cruzar para vernos.

Desde el puesto 49 al 19 caminamos por una ladera que lleva a un río. Allí te puedo coger la mano, te digo que te quiero sin dejar de mirarte. 

La mexicana y la violonchelista adicta a las matemáticas y al puzle musical no hablan de sus clítoris. Hablan de música y de libros. 


De los próximos viajes en avión. Les digo que los aviones se caen casi siempre cuando ya no hay esperanzas. Me entristece tocar tierra porque la realidad se rompe en mi cara. 

Tú besas mi cara mientras me cepillo los dientes, le sonríes al espectro que te sonríe cepillándose. Detrás de todo está William Lee sospechando de nosotras. 

Escribiendo poemitas sobre las ventanillas. Avisando que viene el Caribe pronto. Que nos quedan horas de vida. Que el avión caerá. Que debemos decir todo lo que no hemos dicho. 

El amor no se quemará dice William Lee desde la cabina con la voz del capitán. 




jueves, 27 de marzo de 2025

ME SABES MUJER, A HELADO

 Me sabes mujer, a helado

A arcoíris de noche

A media luna de playa silenciosa

Me sabes a algo antiguo

Que remueve mi sangre como si fuera un río

Donde viajan los misterios

De tus ojos suaves.

 








Me sabes

A poesía que me sacude

de la ropa

diciéndome que te busque

e irremediablemente

mis ojos te buscan

y busco cerrarlos para encontrarte

donde nunca has estado, pero te extraño

en los lugares más inaccesibles,

locos, inverosímiles

urgentes,

más desesperados

donde no sé si algún día estarás.



 

Tengo la necesidad

Urgente,

Apremiante, de escribirte lo que siento

Por si tú, algún día decides

Señalar también

Que ese día, a esa hora

En ese mismo instante, también me amabas

con la misma urgencia

intensidad

que mi urgencia e intensidad de ti.

 

Sí, quizás el amor está donde tú y yo

Nos miramos a los ojos como unicornios

 

Pero hoy solo hay silencio

Y vivo aturdido, anegado de estas sensaciones

de este vacío

Que vas dejando

Cuando decides callar.

 

Y me sabes mujer, a frío

a tristeza arrasada

A bosques hundidos en neblina

Al mar de la tarde

Cuando quiero llorar.  


lunes, 11 de diciembre de 2023

Adiós Shangai



No quiero huir más
el insomnio cruza las calles conmigo
bebo de los charcos que van dejando tus lágrimas
vuelvo a toser la edad
tenía 20 años cuando tus muslos proyectaban el horizonte
tenía la edad del cabello largo

Esa ciudad
Shangai
no volveré a pronunciarla
igual
has dejado la sombra de la chicharra entre los árboles
la madrugada se avecina con toda su muerte
ahí tu cuerpo partido en dos
dos ciudades atravesadas por el mismo deseo
o era la muerte con sus ciclos
en la cama: apagar las luces
morder el frío de tus dientes
elevarse por los espejos
donde la cabeza improvisa
el sonido que tendrá el agua
y otra vez la tristeza agudiza
mi paso por las calles




Sí, seguro es la muerte
le digo a la sustancia que me colma
no eres tú. Seguro es la muerte.

o era esa otra ciudad con su río de sal cerrando
los ojos acanalados
que vieron amar con el rugido del agua
su dulzura de postales silenciosas
su sombrero de luces sobre la boca
el hombro de la madrugada besado apenas por la luna
y la rueda gigante lenta sobre el puente
tu olor de peces dorados era otra ciudad
la virulenta ciudad del pathos
la muerte dulce y atractiva en mis párpados
con tu sudor
el sendero hacia ninguna parte por tu boca
recién dibujada en el lecho del río Huangpu




no volveré a pronunciarte
Shangai
arrastro la lengua sobre la espalda
de Yangpu
sobre tu lecho de hojas
sobre tu cuerpo de sombras
arrastrando la lengua 
no volveré a gritar tu nombre
sin que ese nombre
sin que tu nombre me arrastre

gritando de golpe en la avenida larga hacia la luna
lo que la lluvia arrastraba desde otra tierra




TE ROBASTE MI FUEGO




 



Te mostré el fuego 
que bañaba la calle 
las siluetas de los astros desparecidos
a dónde queremos ir
es un misterio

hablo como una loca
imagino que corro encima de una montaña rusa 
soy un tren de palabras indescifrables
conecto los mundos que soy con pedazos de ti
lo ves te pregunto
sabes que estoy loca sola y me gusta
dentro de ti gritas pero cierras la boca para que no vea el hoyo de agua
hablamos trepamos los recuerdos los símbolos seguimos subiendo
los poemas se sirven una cerveza y nos miran incrédulos
cruzamos puentes y países componemos teorías destruimos la orfandad del silencio

en la punta de la tarde nos acobardamos
el mundo no es un lugar
recordamos nuestros nombres 
que venimos de la angustia  
arrastrándonos

la parte más vital de mí
la que se remueve como un gusano que lucha por salir del barro
quiere morderte
saborear tu sangre como un viejo vampiro 
que necesita alimentarse
mis tripas entrañas mi cólon o tal vez mi hígado
te desean 



nos hemos ido de la calle donde el fuego trepaba por mis uñas

donde tomaba a sorbos rápidos tus ladridos quejidos aullidos
me busco así frente a los desechos de lo que fuimos
a la hilera ebria de murmullos de lo que dijimos
esa finitud malograda de alegría y asombro

 
no era Prometeo con larga cabellera
 
 

jueves, 29 de diciembre de 2022

Las mujeres que amé

Las mujeres que amé fueron rito salvaje
conjugación imposible de imágenes de la niñez
y el temblor de la carne entre botellas flotantes


la mujeres que amé brillaban solas
abrieron sus puertas por una vez
para que viera dentro
escaleras abajo
donde solo la sombra reconoce su sombra

la mujeres que amé sostenían en un precario equilibrio
mi angustia de bocas y sucesos 
la lluvia desmesurada de mi cuerpo
cayendo

me dolieron entre ventanas y hojas sueltas

entre mi costilla derecha y la noche 

las mujeres que amé 
conocieron mi tristeza polar 
mi amor sagrado por los baños
los libros la mujeres
el uróboros fatal del placer lastimero


miércoles, 1 de julio de 2020

CIUDAD DE TIANJIN:




"Mi tiempo aún no tiene límites:
Yo acompañé el éxtasis del mundo,
Como la música sordina del órgano 
Acompaña una voz de mujer." 
Osip Mandelstam



Tianjin se pronunciaba mirando a través de tus ojos
el cristal oscurecido del cielo 
desde una habitación de hotel 


Pasamos como alumbradas por el sol 
ardiendo en las formas pasajeras del deseo
desfiguradas contra la ciudad
anidadas en sus formas circulares
entre techos rojísimos y columnas de dedos
que recorrían fugaces la noche 
el cuerpo de la noche abierto como un barrio insomne
que tu boca que fumó sin pausas 
acicalando el filo de mi aullido


Toda yo fui ciudad
Tianjin la fría ebriedad de mis ojos
fluyendo en tus humedades
Tiajin la hoja derramada de mi pecho
el largo río amarillo que me ahoga

temblé hasta desaparecer
debajo de tu piel tendida como una sábana oscura


Tiajin 
ciudad y mujer 
vientre henchido de agua y fuego
río que fotografió mi pecho abierto
 

Tianjin no volveremos a ver nuestros rostros en tu quietud
ni a dibujar en las ventanas tus venas hambrientas
el amor se deslizará entre los sauces llorones besando el agua
en su fluir mortal de mi sangre hacia su pecho.








martes, 22 de octubre de 2019

EL URÓBOROS

Gritó y su grito estremeció a las libélulas. Eso que había estado acumulado en sus tripas o que era el contenido de sus tripas, salió como un eco siniestro de la caverna. Se sintió mejor aunque un poco asustada. Aún no podía cuestionar pero puso nombre a la incertidumbre. Continuó trazando con una piedra el ritmo de sus latidos, pausados, cuando recostaba su cabeza de la caliza inmensa que usaba para cerrar los párpados, rápidos, cuando los cuerpos oscuros y altos la traspasaban.

Dibujó su sexo, diluvio claro, tibio, que era su centro y el origen de otros sonidos. Ese primer grito, gestado por miles de sensaciones contenidas, sería el primer símbolo de su jeroglifo, se llamaría a y significaría infinito (∞). Continuó explorando en el firmamento y en la tierra los misterios que entrañaban lo que le rodeaba. El segundo grito sobrevino de un sueño. Corría y tras sí, un grupo de cuerpos oscuros la atrapaban, gritaron desde adentro como ella lo había hecho y había comprendido que su tiempo de observar y anotar había culminado. Despertó con su propio grito, ahogada, y otra vez en sí, pensó que aquello era un presagio. Anotó el símbolo (Ω) y le llamó omega, fin de todas las cosas. 

Así imaginaba los márgenes de ese pedacito de mundo que habitaba. Una línea dividía en torno a sí, lo otro, hasta los animales en su corporeidad tenían un fin, aunque dentro de ese fin fueran continuos. Este nuevo jeroglífo que tenía asignado un grito llenaba viejos vacíos a los que se veía sometida constantemente. Su hambre no era saciada con este último descubrimiento, buscaba dentro de sí misma los orígenes de aquella voz que lograban habitarla hasta después de apagada entre las piedras de la caverna. La luna se asomaba entre las grietas de su cueva, alumbrando apenas un trozo del primer símbolo descubierto. 

El viento dispersaba la arena, un grupo de nubes taparon rápidamente aquella luna amarilla. La lluvia caía salvajemente sobre los árboles, un ruido de animales asustados bucaban refugio de la tempestad. Sintió miedo, un temor desconocido se había apoderado de sus miembros. Temblaba y los dientes chocaban al mismo tiempo que su cuerpo sufría espasmos. El agua empezó a inundar su refugio, trepó alcanzando una laja en lo alto de la cueva, lloró aliviada, pronto la lluvia amainó y se sintió más segura en lo alto.

Apenas se acordaba de la noche anterior, no obstante, todas las emociones que hubo experimentado tenían un nombre o varios símbolos. El miedo lo sintió como un presagio. Dibujó en las lajas del fondo, criaturas sacadas del lecho oscuro de los sueños. No reconocía sus rostros, éstos se encontraban siempre cubiertos con mantas largas, apenas un brillo denso se asomaba entre las mantas. Pronto descubrió que sus jeroglifos no eran más que una réplica de aquellas sombras que se dibujaban algunos días dentro de su cueva, las mismas sombras que la seguían en sus sueños. Un espasmo recorrió la delgada espina que se extendía hasta el nacimiento de sus nalgas. Sintió curiosidad. ¿Qué eran aquellas sombras? ¿Qué había en el exterior donde habitaban?. Esa noche no pudo descansar. Las sombras eran tan altas como su cueva, la llevaban alzada con los ojos vendados. No podía oír si no murmullos que venían de las mantas. Se detenían y la arrojaban por una pendiente. Despertó con el terror en los ojos, sentía el cuerpo pesado, la boca estaba seca. 

Dibujó en la laja de los sueños un círculo, el uróboros. Sintió que aquel sueño, fue vívido. Tenía marcas en el cuerpo. Empezó a querer dominar sus propios sueños. Caminaba en círculos al caer la tarde. Sntía como las sombras con sus ojos brillantes la observaban a través de millones de párpados que no dejaban de abrir y cerrar cada vez más rápido. Entonces imploró a sus dioses por su salvación. El fuego amainaba por las ráfagas violentas que entraban por la puerta de la cueva. La soledad le pesaba ahora que conocía una forma de comunicarse. No sabía cuánto tiempo había estado allí. No sabía si era capaz de hablar. Apenas recordaba algunas palabras. Pero sí aquellas imágenes, el principio, el fin. Su cuerpo delgado aún no cabía por las ranuras de la cueva. Gritó extenuada, tenía las manos destrozadas, los pies rotos, pasó su lengua por las comisuras de sus labios y estaban agrietados. Recordó que las sombras no podían hacerle daño, aunque luego lo dudaba y venía una acceso de pánico.

Intentó dominarse y dormir. Un pequeña sombra que se hacía más alta había ingresado a la cueva. Ella creía estar a salvo porque no cabía por esa diminuta ranura. Trató de defenderse, pero las fuerzas la abandonaban. Un coro de voces mururaban "uróboros". Otra vez muchas sombras la alzaban por encima de aquellas sábanas oscuras con ojos secos y billantes. Caminaban en círculos, la subían y la bajaban como en una danza acompasada por aquel nombre. Al principio no entendió cómo podía salir de aquella cueva de noche si de día su cuerpo era tan grande  y grueso  que solo lograba lastimarse. Intentó abrir más los ojos, que la escasa luz que salía de unos tubos le permitieran ver qué pasaba. Gritó, y la oyeron. La pusieron en el medio del círculo de sombras, murmuraron "Aleph". El terror blandamente se apoderó de Yek, intentó pararse pero no pudo, sus piernas habían desaparecido. No pudo palpar su cuerpo. Una fuerza la ataba al suelo, dominando el éter. Gritó por segunda vez. Su voz arrasó con el silencio del círculo. Aquellas lámparas encendidas de un amarillo potente, en lo que se habían convertido los miles de ojos que se cerraban y abrían a una velocidad increíble, se cerraron. Murmuraron nuevamente algo, esta vez ininteligible. Del suelo se levantó su cuerpo, con la tierra y las piedras, su cuerpo que ahora no dolía, que ascendía sin ningún peso. Entonces miró hacia abajo y las sombras también se elevaron a su altura. El cielo centelleaba de vez en cuando. Las sombras murmuraban a un ritmo simbiótico, en una lengua incomprensible, algo que entendía como un "ommmmm". 

Miles de ojos se abrieron hacia el firmamento.Yek también se había convertido en una sombra, el éter soplado por el viento a través de la grieta de lo que ahora era su hogar.

viernes, 2 de agosto de 2019

La dermatóloga: Juro por Apolo médico, por Esculapio, Sigias y Panacea y pongo por testigo a los dioses y diosas...

La dermatóloga


Sé que he superado esa herida que ves en mi seno izquierdo
cuando al hablarme de la piel y dices dermis al tocarme justo en el plexo mi voz se quiebra y digo que hace frío
en el consultorio o me pongo a hablar de la anatomía de la noche
con sus bandas de malandros y los abastos que abren apenas una ventanilla
para venderte esa felicidad tinta carísima y celestial que me ponen los ojos rojos
y la voz caliente ya nos distrajimos dices y al otro lado de la ventana en aquella clínica
alguien muere tu mano se desliza desde mi plexo hasta mis lunares cancerígenos
o no tu boca sonríe tus labios se mueven hacia dentro hacia fuera donde mi pezón es un animal despierto un bicho moldeable voraz que se posa por primera vez entre tus dedos
ríes y me invitas a comer a tu casa tu madre preparará pollo asado y arroz
cómo te llamas pregunto en voz baja
regresas a ti como después de un largo viaje
recitas el juramento de hipócrates en silencio
no puedo lavar mi seno no puedo borrar tu tacto
como aquel muerto entre paredes blancas y frías
y la ciudad desplazándose como las horas como tus manos
sobre mi cuerpo tardío.

viernes, 24 de mayo de 2019

Con los dedos








Amé con la punta del pulgar
en lugares imposibles
en cada ciudad detrás de casetas telefónicas
en puentes y ríos sagrados
en mcdonals con menús de pollos picantes y helados de té verde
en hoteles fríos con humedad en los labios libidinosos
amé la consistencia de la piel híbrida al tacto
tu cicatriz en la espalda 
entera hasta el desgaste lunar de la raja de tus glúteos recién hechos
el estribillo que cantabas cuando volvía tu esposo con la llave de tu habitación de hotel
tu primera vez en mi lengua tu primera vez en cualquier lengua
con cartas que iban y venían para decir te quiero
amé en París tu lengua en mi cuello a las 7 de la mañana en la gate 407
cuando la mañana se asentaba en la cama con mis huellas desprendidas
tu beso cálido cuando el semáforo cambiaba a verde aquella noche de febrero de 2004
el perfume de la noche y el lunar de tus senos que dividían la vida en sueños e insomnios
amé tu ojo verdísimo tu crudos mapas de asociaciones incrustados en mi plexo
 el sabor del chocolate amargo después de hacerte el amor el tabaco mentolado 
la hierba húmeda el reloj de la UCV marcando las diez en un día soleado y tú
tú caminando por la hierba comiéndote la hierba venerando la hierba
amé lo impalpable
 en Madrid Beijing París Caracas
amé los diferentes cuerpos suaves o extensos con los que apareciste
y desapareces.

viernes, 16 de febrero de 2018

INSTRUCCIONES DE VIAJE

Al partir de viaje se deben llevar las maletas vacías de todo prejuicio contra los aviones, el color del cielo, la temperatura de las hojas, el sabor de los besos, el olor de los insectos si es verano, el movimiento bipolar de los ríos que tentativamente pueden cruzar ciudades.
No es imprescindible una destreza de movimiento corporal para situarte en un país extraño. Basta con tomar un aeroplano de dimensiones ocultas y tratarlo como si fuera un aparato de escala mínima que cabe en tu bolsillo. De manera que tú no estás volando dentro del aparato si no que tu cuerpo desplaza ese pequeño aparato volador en el lugar del sueño. Volar entonces es un acto pluridimensional, irreductible, mágico, que acaece en alguna parte de ti mismo permitiendo que el vacío producido por algún tipo de suspensión en el aire sea más bien un gesto que hacen tus manos seguido del resto de tu cuerpo.
Otra cosa imposible de olvidar es llevarte tus ojos. No la cámara de tus ojos. Llevarte un buen par de ojos para apreciar las pequeñas letras en los buses, las señales en los aparcamientos solitarios, los anuncios de las fiestas recónditas que suceden lejos de los turistas, la lenta aparición de la luna detrás del humo y las luces que van transformando lo extraño en extraordinario. No olvides tu ojos de mirar para no pisar las sombras de los árboles que esconden la maravilla de las múltiples formas que adquiere la noche, los pájaros que duermen cerca de las avenidas y que miran taciturnos el beso de los amantes. No hay que perder de vista los caminos de tierra que se abren cerca de los ríos tragados por el polvo y descubrir al fondo un cuerpo tallando sobre la piedra la forma del aire.
Amor, llévate tus ojos desnudos del cactus ebrio que reposa en tu tierra natal. Llévate los ojos que aguardan dentro de los dedos que tocan la sustancia de los míos mirando. También hay que llevarse el río interior para fluir encima de las noches y los días sin calma, cuando buscamos el aliento de los sauces y solo hay lágrimas en su orilla. Llévate poca ropa . Anda descalza sobre el caliente abrazo de la tierra. Llévate la piedra y ponla en un templo para que arda en la antigüedad de un miedo ajeno.

Y cuando ya no encuentres nada que sacar de las maletas porque sea el polvo parte de la memoria viviente de lo que fue. Cuando los zapatos hayas perdido y el corazón desnudo de ella pase lentamente sobre el amasijo de lo que eres. Cuando sobre tu cuerpo pase algo parecido al movimiento del río que finalmente sientas vibrar a golpe de aire y eco. Cuando tu cuerpo resuene en la noche fina, vital de los animales que sueñan con la ternura del color que todo lo funde en uno solo. Cuando la capa endeble que recubría como vestidura la transparencia de tus ojos caiga y caiga la ropa, el sombrero, una postal, un anillo, una palabra que retumba con tu voz,  caiga la hoja de tu pubis profundo, y  la alteridad de tu cuerpo despojado acaricie la noción de estar fuera de todo tiempo y espacio. Cuando la ciudad empiece a parecer circular. Y las formas de la voz entren punzantes por todo lo que significas. Habrás empezado el viaje.

Por AJRD

QUÉ SUCEDE

  A Josephine, mi otredad Qué sucede cuando sientes una conexión tan intensa que el otro se va, cuando se sienten los corazones latir en las...